Naranja se escribe en femenino y para entender el impacto que este cítrico ha tenido y tiene en la sociedad vila-realense también hay que mirar a las mujeres. Ahondar en esta mirada era el objetivo de la conferencia Encara en queden pal vagó, que la historiadora y profesora Reyes Aymerich impartió en la Casa dels Mundina.

Aymerich inició el acto poniendo en contexto el momento en el que las féminas se incorporaron al mercado laboral, en la segunda mitad del siglo XIX, con todas las dificultades que comportó para un sector de la población que también “tenía que asumir las obligaciones de su casa en exclusiva”. Además, por las tareas que los hombres cobraban entre seis o nueve pesetas, las mujeres solo tenían derecho a tres pesetas.

En la segunda parte del acto, la historiadora dio paso a un audiovisual que recogía testimonios de empleadas de los almacenes y que permitió ver la evolución de las condiciones en los mismos en los últimos años. El horario es, seguramente, donde más cambios se han producido, a pesar de que las empleadas actuales todavía soportan, en plena temporada, jornadas de 10 horas.

Pero hace solo 40 años era habitual que las mujeres trabajaran diez horas durante el día y, tras descansar una hora, fueran “a velar”, que es como se conocía popularmente la jornada nocturna, que duraba hasta la medianoche.

En noviembre, diciembre y enero, trabajaban incluso en domingo, y tenían que sacar horas para ir a pedir permiso al cura. O, en Nochebuena, lo cual las enfadaba a ellas y a los novios que, “en una ocasión, llegaron a apedrear las ventanas del almacén para exigir que las dejaran salir a cenar”.

Hoy en día las cosas son distintas. El acceso de la mujer a estudios superiores ha provocado que sus tareas en los comercios haya cambiado y, entre los testimonios escuchados ayer, había gerentes y técnicas de calidad, empleos con mucha más responsabilidad. H