El gasto público social que el Estado español destina a sanidad, educación, servicios de ayuda a la familia, pensiones, creación de empleo, vivienda y otras dimensiones que afectan a la calidad de vida de la ciudadanía está muy por debajo del promedio de la Unión Europea (UE).

Este retraso se debe, en parte, a la herencia del franquismo, que impuso un enorme retroceso económico, político, cultural y social a nuestro país. La democracia, sin embargo, fue corrigiendo el déficit social de España con Europa, sobre todo durante los años de gobiernos socialdemócratas, que incrementaron el gasto social de un 15% del PIB en 1982 a un 24% en 1994 (el gasto público social en la UE era entonces el 28% del PIB).

A partir de aquel año, el gasto social público fue descendiendo como porcentaje del PIB durante los dos últimos años del PSOE y durante los años del Gobierno conservador, con lo que aumentó así de nuevo el déficit social con Europa, puesto que el promedio del gasto público social en la UE ha continuado siendo de alrededor del 28% del PIB (hoy en España es sólo el 19,8%).

Tal descenso de nuestro gasto público social ha ido acompañado de un descenso del gasto público (como porcentaje del PIB) en infraestructuras --puertos, carreteras, ferrocarriles, comunicaciones-- y otras inversiones importantes para el desarrollo humano y económico del país. De ahí que los servicios públicos se estén deteriorando sin que, sorprendentemente, este deterioro ocupe el centro del debate político.

Sería de desear que el próximo gobierno socialdemócrata, bien solo o aliado con otras fuerzas políticas, completara lo que los gobiernos socialdemócratas anteriores empezaron a hacer: converger a lo largo de dos legislaturas con el gasto social promedio de la UE. Todas las encuestas muestran que tal es el deseo de la gran mayoría de la ciudadanía española (entre el 78% y el 82%).

Por ello me sorprende leer en el libro De nuevo socialismo, de Jordi Sevilla, uno de los dirigentes de la Nueva Vía en el PSOE, que se asombra de que "alguien puede defender a estas alturas del siglo que un programa socialdemócrata debe estar a favor de más gasto público" (página 73). Esta actitud contraria a incrementar el gasto público podría significar el abandono de la convergencia social con la UE, lo cual sería un desfavor al pueblo español. La Tercera Vía de Blair mantuvo el gasto público (como porcentaje del PIB) heredado de los gobiernos de Thatcher y de Major y hoy el deterioro de los servicios públicos es el escándalo político de Gran Bretaña.

Es cierto que el gasto público podría permanecer constante y en cambio el gasto público social podría crecer a base de transferencia de fondos de otros sectores públicos, los cuales están ya en sí bastante pobres de recursos, como lo ha demostrado la escasez de recursos para resolver el problema del Prestige. Me temo que no podría cubrirse el déficit social en la UE con ahorro en otras áreas del gasto público. De ahí que las enormes necesidades que tiene la ciudadanía tendrían que completarse con servicios privados que ofrecen menor cobertura, calidad y eficiencia.

¿Cómo resolverán las familias los graves problemas que la gran mayoría tendrían para cuidar a personas dependientes, por ejemplo, sean éstas niños, adultos o ancianos, para los cuales se requieren escuelas de infancia de 0 a 3 años y servicios domiciliarios de 6 a 12 horas semanales?

Las soluciones consisten en comprar seguros de dependencia privados (mediante pólizas y pagos directos, como se hace, por ejemplo, en Estados Unidos) o a través de impuestos (como se hace en Suecia). La experiencia internacional es abrumadora a favor de lo último. Una familia promedio estadounidense paga mucho más en seguros y empresas privadas para cubrir los servicios de infancia, los servicios sanitarios y los servicios domiciliarios (excepto a los ancianos, que los paga el Gobierno federal) que una familia promedio sueca, que paga en impuestos por los mismos servicios, con un grado de cobertura, calidad y satisfacción del usuario mucho mayor.

Sería aconsejable que la socialdemocracia española se inspirara menos en la Tercera Vía y más en la socialdemocracia sueca, que es la que ha sido más exitosa electoralmente y que ha gobernado aquel país durante la mayor parte del siglo XX.