No puede ser que las disputas entre la población iraquí por algo de comida y por una botella de agua, en el asalto a los camiones de ayuda humanitaria, sean espontáneas. Uno cree que son provocadas, con la perversa intención de demostrar que los súbditos de Sadam Husein son todos unos salvajes. ¿Hay imagen más denigrante que la del tipo grandullón y sin entrañas que huye con una caja de alimentos, dejando entre sollozos a la infancia que no verá calmada su hambre y su sed?

Hay armas cargadas de materiales explosivos que matan a la gente. Pero, como en todas las guerras, se utiliza el arma psicológica, encargada de ganar la voluntad de la gente y de justificar lo injustificable. Estados Unidos no consta que esté detrás del reparto caótico de estos días. Es iniciativa, al parecer, de la Media Luna Roja kuwaití, cuya imagen de desorden hará resaltar más la eficacia y la organización que vendrán detrás, cuando llegue la ayuda genuinamente americana. Se quiere provocar una pregunta elemental en la gente de la zona: ¿qué sería de nosotros, sin Estados Unidos, que viene a poner orden en nuestra casa, donde todo es desbarajuste y desgobierno?

Cuando el país haya sido machacado, aparecerán los camiones con la ayuda. Se formarán algo tan elemental como las colas para su reparto, e igual será la tierna criatura que el tipo fornido. A todos se les dará un paquetito de alimentos con la enseña de las barras y las estrellas, que quizá lleve el nombre del presidente Bush, para que quede bien en la conciencia de las gentes el buen corazón y el espíritu generoso del presidente norteamericano. Y la televisión captará las tiernas imágenes de un reparto organizado como Dios manda, que contrastará con el caos de estos días.