Me permito abrir la página con el ex-libris de Bernat Artola, Damunt de la mort, la vida, ya que los cuatro seres humanos protagonistas de hoy desde el humo de los barcos, conocían y amaban por igual a Bernat de pensamiento, de palabra o de obra. Uno es Vicente Marzá Duch que al cumplir los 50 años se ha cansado de vivir, aunque lo había hecho intensamente hasta entonces. De niño, Tico era el más entusiasta seguidor de mis crónicas y locuciones de ciclismo. Estudió Magisterio, ejerció como maestro en el hermoso sentido de la palabra y al hacer los cursos de lengua valenciana se dio cuenta de que sus narraciones y sus ejercicios escritos tenían mucho sentido. Y se tomó en serio el hecho de escribir para que lo leyeran los demás, aunque en lo del ciclismo se unió a un grupo de amigos que se habían comprado bicicleta como quien se compra zapatos para caminar con comodidad, con la misma exigencia. Y lo que al principio eran excursiones por la provincia, acabaron siendo a los puertos míticos del Tour de Francia y, al regresar, nos enseñaba las fotografías del grupo en el Tourmalet o el Mont Ventoux. Primero a Consol, su mujer y sus hijos Anna y Vicent y después a los demás.

Fui secretario del jurado que le concedió en 1995 al Premio Ciudad de Castellón de Humanidades, en unión de su amigo Joan Andrés, por la obra El Campanar de Castelló, les campanes del Fadrí. Y al editarlo, también me convertí en su editor desde el Ayuntamiento para su antología Relats de l´altra veritat.

Desde entonces, veinte libros publicados, muchos premios de narrativa, valiosas colaboraciones para el mundo de la fiesta y de la enseñanza, también para la Colla Pixaví y el Betlem de la Pig , siempre con vocación didáctica, de maestro sin otra recompensa que la de haber realizado aquello que había que hacer por que se lo pedía su sentido de la hombría y del amor a su tierra y a su lengua, con reivindicaciones sin gestos altisonantes.

Se fue también el erudito Salvador Seguí, artista, compositor y director del Conservatorio Superior de Música con quien tuve breve pero sabroso contacto y relación. Y siempre aprendí. Con Miguel Ruiz-Esteller y Zapatero también. Coincidimos en la nómina de funcionarios del Ayuntamiento, intervine como mantenedor en su fiesta de jubilación y fuimos buenos compañeros en aquellas excursiones culturales de Semana Santa con el Ateneo, en las que Miguel tanto nos enseñaba de su amplio conocimiento de los paisajes y paisanajes de todas las regiones de España. Queda su hermosa huella.

Y la vida. Se ha incorporado tarde pero ya está en la Almadraba la presidenta de la Academia Valenciana de la Lengua, Ascensión Figueres. Se sienta a la orilla del mar mientras su hijo juega con las olas y se recupera leyendo. Su marido, Arcadio, le ha regalado el Liber Elegantiarum, el libro de las elegancias que hace 500 años escribió el notario Joan Esteve y lo ha puesto en solfa de nuestros días el filólogo Germán Colón. Lo alterna con la Serie Negra de El País. Piensa pasarlo bien y así será para in sécula seculórum.