Van pasando los días y las hojas de mi cuaderno de notas imaginario, donde vuelvo a recordar mis días vividos y mis noches soñadas. También consulto muy a menudo la máquina del tiempo. Y mientras llega el humo de los barcos, me alegra la compañía de los reyes del mambo, es decir, Dudú y diez negritos más, diez nuevos compañeros.

Ya dije que hace más de 20 años que, con sus grandes pañolones y sus maletas-mostrador, Dudú está vendiendo su mercancía en el conjunto de las tres playas objeto de los espléndidos dibujos de Lorenzo. Vino del Senegal y nació en Dakar, es muy amante de todas sus mujeres y tampoco soporta el racismo. Ya apuntaba el año pasado la modernidad en la presentación de sus productos, pero ahora ha entrado de lleno en la batalla de la competitividad a través de la atención personalizada a sus clientes y también con la especialización del negocio, con toda la gracia de la dinamización comercial. Es decir que, en tiempos que parecen globalizados, aquí en la Almadraba luce el arte de la especialización, al igual que ocurre con las franquicias. Los once negritos del Senegal han venido este año cada uno con su tema: unos venden pijamas, otro camisetas de Pablo Herrera con su medalla de Atenas 2004; hay otro con toda la serie de artilugios para los play stations. Y relojes, vestidos de lunares, pero me ha llamado la atención las nuevas camisetas Siemens móbile del Madrid, las negras y las blancas y, sobre todo, lo que ofrece el negrito Pepe, que son batitas transparentes para estar por casa. Son una delicia, algunas incluso con pedrería y muy capaces de hacer crecer nuevas ilusiones a muchos maridos. Su éxito entre las señoras ha sido arrollador, pues no tienen mangas y eso gusta mucho a las damas. Les encanta enseñar los hombros.

Alguien me acusaba estos días de racista, pero no doy motivos para ello. Además pienso que cualquiera de nosotros tiene algo de almohade en su memoria cultural y contemplar la mezquita de Kutubiyya o atravesar con dignidad la puerta de Bäb Agnäb es un gozo espiritual. Ya el historiador Tácito aseguraba que los seres humanos gustan de creer en aquello que no entienden demasiado. ¿Quién ha sido, señorías? El jubilado doctor Eduardo Batalla me comentaba en el paseo marítimo que las historias de Tácito retrataban el pasado inmediato, es decir como Tómbola hoy y los programas rosa, lo que está ocurriendo a una parte de la sociedad. Vecino del lugar, terció en la conversación el también médico Juan Fabregat de Francia y, del rosa al amarillo, se pasó de la teoría de Newton, que ya aseguró hace cientos de años que la luz blanca, la que llamamos natural, está compuesta por todos los colores del arco iris, como sabe muy bien el ilustre catedrático Luis Miralles Conesa, que nos acompaña con su caminar pausado y es personaje de postín en la playa de la Torre de San Vicente. Todo acabó con la presencia inusual por estos pagos, de parte de la familia Prades-Perona. Y con lo acostumbrado, es decir que termina el mes de agosto y hay que mentalizarse para llevar los nietos al colegio. La vida.