Durante la pasada campaña electoral, el hoy ministro Jordi Sevilla prometió 7.500 viviendas de protección oficial al año en nuestra provincia y, con la misma rapidez con la que abandonó Castellón después de su derrota electoral, se le olvidó lo prometido.

Tanto es así que tras varias preguntas parlamentarias para conocer la ubicación de las comprometidas viviendas he desistido porque estas simplemente no existen. El Gobierno, en reiteradas respuestas, ignora el compromiso que aquí adquirió el Partido Socialista, como se puede comprobar en la página web del Congreso de los Diputados, ya que como denunciamos en la pasada campaña es incompetente en esta materia, que afortunadamente atiende el ejecutivo de Camps.

Lo que sí va a hacer el gobierno de Zapatero es favorecer la construcción de "Viviendas de Protección Oficial de 25 o 30 metros cuadrados con servicios comunes a un precio reducido". Eso sí, a continuación se agregó, para compensar, que estas "soluciones habitacionales" podrían tener "techos de hasta cuatro metros de altura".

Esta propuesta no es ni buena ni mala, como respondía el médico del chiste al anciano que le consultaba sobre su docena de relaciones sexuales diarias. Es mentira, que diría el doctor.

El precio de una vivienda con techos de cuatro metros es casi el doble que el de una normal, ya que aunque no lo puedas disfrutar debes pagar todo el espacio que compras. No ha nacido el constructor que en el lugar de dos viviendas, si así se pueden seguir llamando los inventos de la Trujillo, haga una y lo cobre a "un precio reducido". Serán por tanto viviendas carísimas.

Con esta nueva originalidad, el Gobierno de la nación pretende satisfacer dos demandas, la de aquellos que quieren volar en su vivienda, solamente los españoles alados pueden disfrutar de techos de cuatro metros, y la de los que les gusta hacer pipí por las mañanas mientras son observados por los vecinos que tienen "servicios compartidos". Conclusión: Si tienes alas, eres exhibicionista y rico, esta es una solución a tu medida. Sino cumples alguna de esas tres condiciones, eres uno de esos rarillos de los que este gobierno no se ocupa.

Pero si además, quien lee este artículo aspira a tener una vivienda no para vivir sólo, sino para formar una familia e incluso tener hijos, es un carca inadaptado, un maldito conservador, un condenado cristiano aunque ni siquiera sea creyente.

Como consuelo queda que, al menos, algo han aprendido con tantos viajes a la dictadura cubana; la política de vivienda, o cómo repartir habitaciones sin construir nada nuevo.