El hecho de que los colegios estén apareciendo más en la sección de sucesos que en la de educación debería de preocuparnos mucho. Y es que, en las últimas semanas, casi a diario, hemos leído noticias que hablaban sobre conductas violentas entre alumnos. Los daños físicos y/o psicológicos entre compañeros se está convirtiendo en algo cotidiano.

El incremento de la violencia escolar es un problema social con suficiente envergadura como para tenerlo más en cuenta de lo que lo estamos teniendo. La violencia en los centros se está convirtiendo en la amenaza más grave que tiene nuestro sistema educativo. Pero lo cierto es que estos problemas de violencia no deben abordarse únicamente por la vía represiva, pues se corre el riesgo de que aumenten la frecuencia y gravedad de estas.

A mi modo de ver, las conductas disruptivas y violentas que se ven en las escuelas y los institutos son acciones que son un fiel reflejo de la sociedad en que vivimos. Es decir, que la violencia escolar es una mera reacción de nuestra vida cotidiana.

Si analizamos la televisión como vehículo de comunicación, ¿cuántas discusiones subidas de tono?, ¿cuántos insultos, gritos y faltas de respeto se ven? Incontables, ¿verdad? Por desgracia, no podemos afirmar que se les esté inculcando a los jóvenes la solidaridad, la comprensión, la paz, el perdón o la verdad. Pero, a pesar de que los medios de comunicación podrían hacer maravillas enseñando ideales universales que conlleven un mayor respeto por las personas y por las instituciones, no hemos de olvidar que la mayor influencia que recibe un chaval está dentro de su propia familia. Los valores que se vivan dentro del marco familiar formarán la personalidad del niño.

Los niños son como esponjas que todo lo absorben. Los gustos, motivaciones, ideales y valores que tengamos tendrán una influencia crucial en él. Recordemos que la auténtica educación tiene como fin último el desarrollo total de la persona, por eso debe proporcionar, además de conocimientos, actitudes frente a las distintas situaciones que se encontrarán los jóvenes a lo largo de su vida.

Psicólogo clínico