Las vueltas que da la vida. El vértice del poder ha pasado de un despacho en la plaza María Agustina a otro en la acera de enfrente. De la Diputación popular de Carlos Fabra a la Subdelegación socialista de Juan María Calles.

Calles tendrá en sus manos la decisión para la adjudicación de las obras de la supercárcel de Castellón (68 millones de euros). Y no les queda duda que el ganador ha salido recientemente en una foto con Joan Ignasi Pla.

El subdelegado es el genio de la lámpara en la polémica sobre el edificio de Hacienda (Toledo ha salido de la quema por sentido común) y quien tiene al alcance del teléfono poner freno a las chapuzas de Pepe Gotera y Otilio en el aeropuerto de Castellón, paralizado por orden del socialista Ministerio de Fomento. Manda un montón.

Interviene con su orden en el consejo de administración del puerto para boicotear el casino si le es posible, reanima las juntas de seguridad locales y pone en sus sitio a las policías locales de los ayuntamientos peperos.

Un centro de poder que el PP sufre porque no se ha enterado que las elecciones las ganó Zapatero. Calles, ese hombre, no es sólo el guardia de la porra, es un Poncio cristiano. Ahí es nada.