De segunda son las políticas del Gobierno socialista y de segunda son los resultados. La primera división queda para otras autonomías, la valenciana, y muy particularmente la provincia de Castellón, no merecen de Zapatero más que promesas vanas y palabras grandilocuentes que se quedan en lo mismo que se quedó en su momento la marca Castelló Qualitat o el trasvase de aguas del Ebro, es decir, en la nada.

Ahora el Ejecutivo central y su brazo propagandístico en Castellón, el subdelegado del Gobierno, José María Calles, se han empeñado en vender como la panacea un AVE Valencia-Castellón cuyo informe medioambiental ha tenido que esperar dos años a ver la luz para luego quedarse en un mero cercanías.

Lo incalificable de la situación es que, además de capear el temporal que se les venía encima por las continuas reivindicaciones de la sociedad valenciana con una medida mediocre que no convence a nadie, en el Partido Socialista siguen empecinados en hacer creer a los ciudadanos que se trata que de la solución definitiva a todos sus problemas. Hipocresía o sandez, no puede ser otra cosa.

El Ejecutivo central pretende dar a los castellonenses gato por liebre. Un AVE que no lo es, un trasvase de aguas del Ebro que acabó en Lleida y la desfachatez de insinuar que somos una prioridad. El Partido Socialista sigue viendo Castellón como el campo de pruebas, si cuela allí, lo exportamos. Quién nos asegura que las promesas que se amontonan ahora en las visitas de los diferentes ministros o los discursos de loa a Zapatero que resuenan entre mitin y mitin para hacer ruido y que no se note que el presidente del Gobierno teme a la Comunidad --y más a Castellón, tierra que no ha pisado jamás como presidente-- no son más que otra historia de humo y viento.

Cuesta lo mismo hacer las cosas bien que hacerlas mal. La pereza no sirve para nada y las excusas son sólo un remiendo a corto plazo para evitar rubores ante las cámaras de televisión. Zapatero, Bernabé, Calles y un PSPV que de discreto parece inexistente cuando de sus compañeros de Madrid se trata, deberían, más por viejos que por demonios, tener claro todo esto. Rubalcaba lo sabe, seguro, y aparece con discursos de guante blanco que igual podría pronunciar en Alicante que en Castellón o en el Ferrol, es decir, discursos de compromiso nulo para que luego no le tengan que recordar lo que dijo y no cumplió.

Garantías cero, compromisos vanos y miles de vueltas sobre lo mismo. Es todo lo que tenemos de aquel AVE Madrid-Comunitat Valenciana que prometió en su día Zapatero, en un momento de euforia, pensando que con decirlo bastaba. Ni voluntad política, ni inversión, ni nada. Con pronunciarlo bastaba.

Que a uno le recuerden sus palabras enarbolando los titulares por los que en su momento se dijo lo que se dijo debe doler, cuanto menos en el orgullo. Quizás sea esto el resorte que ha llevado a aceptar una infraestructura de segunda y disfrazarla de AVE para hacer creer a unos ciudadanos, que ya no se creen nada dependiendo de dónde venga, que se trata de la tierra prometida.

Vicesecretario regional del Partido Popular de la Comunitat Valenciana