No cabe duda de que Castellón ha experimentado una profunda transformación en el último cuarto de siglo. Nuestra ciudad ha pasado de tener 126.000 habitantes en 1981 a los 170.000 actuales y ha vivido cambios sociales, económicos, urbanísticos y culturales muy importantes. El paisaje urbano y sociológico de nuestra ciudad es otro, y no sólo porque podamos comprar en El Corte Inglés sin necesidad de desplazarnos a Valencia. En este tiempo ha nacido y crecido la UJI y nos hemos convertido en una ciudad receptora de inmigrantes venidos de todas las partes del mundo; han mejorado nuestras infraestructuras físicas, se ha incrementado notablemente la oferta cultural y de ocio y se ha producido una fuerte renovación de nuestro tejido comercial y productivo.

Es cierto que una mirada retrospectiva relativizaría la magnitud histórica de este período de cambios. Entre 1955 y 1980 nuestra población se duplicó, y sólo en la década de los 60 pasó de 62.000 a 93.000 habitantes. En aquellos años nuestra ciudad sufrió como ninguna las consecuencias de una modernidad muy mal entendida, carente del más mínimo sentido social, estético y urbanístico. Castellón creció y se desparramó sin orden ni concierto, sin planificación. Sin saber qué quería ser ni adonde quería llegar. Pero comparar aquel Castellón con el de hoy carece de sentido. Hemos mejorado, como ciudad y como sociedad. Y por ello todos y todas debemos sentirnos orgullosos.

No obstante, creo que es el momento de reflexionar y valorar opciones de futuro. El crecimiento acelerado no siempre es sinónimo de salud, como ya vimos en los 60 y 70; puede conducir a malformaciones irreversibles que terminen por arruinar lo mucho que hemos hecho bien hasta ahora. ¿Qué Castellón queremos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué modelo de ciudad queremos legar a nuestros hijos? ¿Cómo se relacionará con el resto de la provincia? ¿Qué papel jugaremos en un mundo cada vez más complejo e interdependiente? Debemos hacernos como sociedad esas preguntas sin dilación. Porque a menudo da la sensación de que carecemos de un proyecto de ciudad, que crecemos por inercia, sin rumbo.

No es lo mismo ser una ciudad grande que una gran ciudad. Es la diferencia entre la cantidad y la calidad. Nuestro Castellón se está haciendo grande pero necesita ambición y liderazgo para convertirse en el Gran Castellón. Una ciudad que sepa liderar el futuro de los 400.000 hombres y mujeres que viven en su área de influencia, desde Cabanes a la Vall d´Uixó y desde Burriana a l´Alcora. Una ciudad que entienda su capitalidad buscando consensos y espacios de desarrollo compartido con Onda, Benic ssim o Vila-real. Que supere complejos de inferioridad que han sido recurso fácil para la autojustificación de quienes durante tantas décadas han conservado el poder local y provincial. Que sea capaz de aprovechar con empuje su privilegiada situación entre Valencia, Barcelona y Zaragoza, en el arco mediterráneo. Que sepa modernizar sus acartonadas estructuras políticas.

Ese Castellón también es posible. Permítanme: yo creo que es necesario. Ese es el Castellón que necesitamos los y las castellonenses del siglo XXI.

Subdelegado del Gobierno en Castellón