Uno y otro día de este mes de agosto, Lorenzo dibuja imágenes sugeridoras mientras yo sigo construyendo torres de arena sobre la playa y cuento historias en esta página. Y noto que cada vez me asaltan nuevos deseos, desde hace seis años. Deseo, por ejemplo, que no me digas "ya me has contado tres veces lo mismo" y que me escuches como si fuera la primera vez que te lo cuento. Deseo que no pises mis castillos de arena y me digas en cambio palabras suaves de cariño y de ánimo. Y es que hoy pienso en un ser humano tierno e inteligente, que nos ha proporcionado a todos momentos de gran placer viendo y escuchando a Tintín. Se trata de Hergé, el genio belga cuyo nombre verdadero era el de Georges Remi. Estos días se cumplen 100 años de su nacimiento en Bruselas; murió en 1983 en un hospital de Lovaina, en cuyo campus universitario se ubicará un museo dedicado a él y a su personaje. En realidad quiso ser pintor, pero fue tan grande el éxito de su Tintín que a él se entregó en cuerpo, alma y lápices para el dibujo para poner en marcha las aventuras del reportero, que no envejece, que tal vez no ame ni sueñe, pero que nunca morirá, al menos entre nosotros, quienes siempre volveremos a leer una obra maestra del cómic, aquella que protagoniza Tintín y Milú.

Quiero apostillar aquí que las aventuras de este ya universal personaje, se han traducido a todos los idiomas posibles. Lo cierto es que dibujo y diseño, van muchas veces de la mano cuando quien los hace posible es un creador. Por ejemplo, en los primeros días del verano, la prestigiosa Torrecid de l´Alcora, siempre marcando tendencias en su campo, encontró la colaboración del diseñador Diego Vicent para ofrecer en el Museo del Círculo de la Moda en Valencia, un muro cerámico que constituyó un suceso al utilizar con tanta profesionalidad la tecnología Inkeid. Cuando ví la obra terminada tuve que exclamar ¡qué dulce el agua salada, con su salitre hecho cielo! Mis vecinos de playa que lo oyeron, se vieron impulsados a redoblar su entusiasmo por el agua del mar. Mariló Viciano --exquisita cocinera-- y Luis Roca, con Pablo Pradas y Alicia, su mujer, también Ana y el fotógrafo y gran cantante de baladas Fernando. Un grupo de seres humanos que siempre me recuerdan a ese grandioso poeta universal que fue Walt Whitman, el que se acercaba a los seres y a las cosas con adorable reverencia y descubría en el tenue color, en la deslumbrante y magnética aurora, en la tierna y húmeda raíz, en la callada piedra, en el secreto animal, en la inocencia y candor del niño y en la astucia e inteligencia del hombre el espíritu de Dios; Whitman estaba persuadido del parentesco de Dios con el hombre. Lo que sentía como hombre religioso lo hacía reverente a los misterios de la muerte y lo que tenía de filósofo lo volvía interrogante y reflexivo ante los misterios de la vida. Cuentan de él que poseía una sorprendente estructura animal, buena y erguida cabeza; era huesudo, de paso atlético, costumbres frugales, y todo un ciudadano ejemplar, Whitman.