Horror, qué miedo da la primera vez que tus hijos adolescentes te dicen que quieren salir de noche, no en las fiestas de pueblo donde todo está más o menos controlado y se conoce todo el mundo, sino en la ciudad con los peligros que eso entraña, alcohol, drogas, sexo, borrachos incontrolados. Cómo se va a meter nuestro hijito o hijita, todavía peor, en semejante maraña, nos tiemblan las carnes.

Pero el tiempo sigue su curso y tarde o temprano llega ese alarmante momento que significa que se hacen mayores y reclaman su espacio, quieren libertad y negársela radicalmente es, sin duda, lo peor que se puede hacer. Tampoco se debe dar carta blanca, hay que confiar en ellos y en la educación que cada cual les haya dado, este es momento de demostrarla. En todo caso, fijar unos límites que se irán ampliando en el futuro y que se den cuenta que los queremos y nos preocupamos por ellos. Les ilusiona y les integra en su pandilla, no puedes dejarles descolocados, pero sí informarte de sus amigos, hablar con los padres para fijar unas horas de mutuo acuerdo; en la medida de lo posible, saber dónde va --un truco son los localizadores que todos los móviles llevan y así sabes dónde están--; pero si no tienes confianza en tus hijos, malo, debes ser razonable y no demasiado rígido si cumple; además, ambos padres deben obrar de consuno, que no haya un colega con el que aliarse. Ahora empieza pero en el futuro será peor, si hoy lo haces bien luego se controlará, si te niegas porque sí solo lograrás que algo que tiene que ser normal se convierta en un desafío más deseado y que te engañen. Ojalá aciertes y no sufras mucho. Es inevitable.

Notario