El Consejo de Ministros aprobó ayer, tras semanas de intenso tira y afloja político, el proyecto de presupuestos del Estado para el 2009, que debe ser una nítida plasmación de cómo el Gobierno de Rodríguez Zapatero afronta uno de los ejercicios más complicados de la historia democrática en el plano económico. Los presupuestos del 2008 fueron elaborados hace un año, todavía con la esperanza --fundada en un optimismo gubernamental a todas luces excesivo-- de que el aterrizaje de sectores clave de la economía española, como el de la construcción, fuera suave. Hoy sabemos que no ha sido así, porque en los últimos meses hemos asistido a un dramático desplome del consumo, la inversión y el empleo. Todo ello en el contexto de una aguda crisis financiera internacional a la que no se le ve el final y en una coyuntura de precios del petróleo hasta hora desconocidos.

¿Qué ha hecho el Gobierno ante este sombrío panorama? Pues, en primer lugar, contener el gasto, que solo crecerá un 3,3% respecto del año anterior. Tal reducción puede parecer escasa, pero responde a la necesidad de afrontar un fuerte crecimiento del gasto social al que hay que hacer frente si se quiere mantener una política de solidaridad ante la crisis. En cualquier caso, los ciudadanos deben asumir que los tiempos duros que perciben lo son también para las cuentas de un Estado que debe más que nunca ajustar los gastos para atender las necesidades prioritarias.