La nueva derrota sufrida por Berlusconi confirma la tendencia que ya apuntaban los resultados de las elecciones municipales hace dos semanas. Su hora política está llegando paulatinamente a su fin. Ya no es la justicia italiana o acontecimientos fuera de su control como las revueltas árabes, que le han privado de grandes amistades como la de Gadafi o Ben Alí, los que están en su contra. Ahora son los propios italianos los que dicen basta y lo dicen sin atender a los consejos dados por el partido del primer ministro, con todo el aparato mediático a su disposición, y por la Liga Norte, para que se abstuvieran de acudir a las urnas.

Constatado el resultado de los referendos y la situación que se avecina, las cuestiones a las que se referían las consultas siguen abiertas y no son menores, como, por ejemplo, la energía nuclear. Los italianos han dicho que no quieren reintroducirla, como tampoco quieren la privatización del agua. Ahora, un Berlusconi tocado deberá buscar una solución. Confirmada la curva descendente del apoyo al primer ministro, se abre un periodo de difícil que llevará a una fase de inestabilidad, tanto si se adelantan las elecciones como si Berlusconi decide apurar el mandato.