La profundidad de la crisis, reflejada en una amplia variedad de datos estadísticos –desde el aumento del paro al de los desahucios de viviendas por impago de la hipoteca–, tiene un nuevo exponente: el crecimiento de quienes se ven forzados a rescatar, para poder atender necesidades perentorias, el plan privado de pensiones que suscribieron en los años de bonanza. Entre el 2009 y el 2010, más de 110.000 españoles rompieron la hucha de ese ahorro estratégico para la vejez, una decisión sin duda difícil y traumática. En esos dos años, las compañías del sector han retornado anticipadamente por este motivo 530 millones de euros.

Muchos ciudadanos españoles optaron, en los años previos a la crisis, por suscribir un plan privado en respuesta al reiterado mensaje de muchos expertos y de la propia Administración de que el actual sistema de pensiones públicas tenía un futuro incierto. Ahora, cuando el endurecimiento de la normativa para cobrar una jubilación del Estado debería hacer más aconsejable un plan privado, la debilidad de muchas economías domésticas frena su despegue. La crisis económica se enquista y estrecharse el cinturón es un ejercicio al que todavía no se le ve el final.