Estoy leyendo un libro que no sé cómo calificarlo: autoayuda, filosofía, psicología. Es de Vicente Simón, psiquiatra y catedrático de Psicobiología. Muy humano en toda la extensión del término, escrito con sencillez y con rigurosidad al mismo tiempo. En una de sus páginas trata de facilitar “el alivio del sufrimiento” y, en otra, anuncia “lo que surge en la vida, a la vuelta del camino, (que) es, exactamente, aquello que tenía que surgir y manifestarse”. Toda una profecía de los tiempos que ya han llegado, aunque su intención no haya sido ésta. Es, más que un monólogo, un autodiálogo --si se nos permite la aparente impropiedad--, dirigido a --y por-- la conciencia. Pretende alcanzar una visión cabal de la mente y su relación con la realidad, a partir de lo cual percibimos, afirma, que el mundo no es ni tan amenazador ni tan prometedor como lo habíamos imaginado.

El autor, consultor también de la VIU, ya nos sorprendió con el éxito de Mindfuldness, profundo y práctico, todo un valioso manual de meditación. Ahora, Vivir con plena atención no deja de ser igualmente un libro para meditar serenamente sobre la omnipresente conciencia y la necesidad de afrontar la propia realidad cotidiana.

Hablar hoy sobre la conciencia y la presencia no mola, como dirían algunos de nuestros jóvenes, incluso adultos. Sin embargo, nos atañe a todos. Quizá si miráramos más hacia arriba acabaríamos teniendo alas como los ángeles; y, tal vez, si miráramos más hacia nuestro interior, nuestra conciencia, se acabarían muchos de los problemas del exterior. Realmente hay motivos para la indignación --ahora que parece estar de moda el vocablo--, pero en un sentido: muchos de los valores, absolutos y emergentes están hoy cuando no negados, soterrados en un mar de confusión y olvido. “No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad”, decía San Agustín. Quizá andamos demasiado por los alrededores del ser y poco por dentro.

Sin duda, hablamos demasiado, olvidamos lo que decimos y guardamos silencio de lo que pensamos. Pues, como dice Simón en su libro, “que lo más significativo y enriquecedor se encuentra siempre en la fruición del silencio. El silencio, ese lenguaje que dicen ser el de Dios”. H