Querido lector, no cabe duda de que la vida es total evolución, proceso, ruptura, movimiento... o, si lo prefieres, llámala cambio constante o algo parecido. En definitiva, estamos hablando de que nada es igual. Por cierto, tampoco la política, que como cualquier actividad humana esta condicionada por una evolución social que, en este asunto en concreto, parece que exige, urgentemente, adaptar sus estructuras y procedimientos a las demandadas de una sociedad democrática madura que necesita cambios en línea de más transparencia, participación y responsabilidad. Sobre todo, o al menos así me lo parece, porque vivimos en una sociedad más culta y, además, porque la tecnología lo permite. Pero, también, porque lo contrario, lo que venía funcionando hasta ahora, es decir, el dejar hacer, no ha sido beneficioso socialmente. Me refiero a que llevamos años metidos en un bucle en el que no aparecen soluciones a las necesidades más vitales.

Para que se entienda con claridad a lo que me refiero, utilizaré un par de ejemplos que he vivido esta misma semana: el primero de ellos tiene que ver con un afiliado al PSPV-PSOE que, en referencia a una frase de Pedro Sánchez (“yo le pido al Sr. Más que cumpla con la legalidad y, al Sr. Rajoy, le digo que con la legalidad no basta”), solicitó en un grupo de Whatsapp, que alguien le aclarase el comentario porque no sabía, siempre según él, como comérselo. El segundo hace referencia a una persona que cuando le han pedido que avale a una candidata a las elecciones primarias, la respuesta ha sido: “no admito indicaciones, quiero escucharla más, conocer el proyecto de pueblo que tiene”.

Querido lector, decía que la vida, y la política como parte de ella, han cambiado y necesita seguir cambiando. No hace tantos años, aún se acudía a la Casa del pueblo para escuchar que alguien leyera el periódico porque había mucho analfabetismo. Ahora la gente no solo tiene estudios sino que, encima, la tecnología les permite tener información y, en consecuencia, tener criterio propio y posibilidad de que se les escuche y consulte, de que se configure el futuro con su opinión. Pero por si eso no fuera suficiente, la crisis, las austericidas políticas de recortes y las dramáticas consecuencias de ese proceso, han ayudado a que tanto en la vida interna de los partidos como en la relación abierta de la política con la sociedad, la vieja práctica de vota, delega y olvida, ya no resulta válida. No funciona. No sirve ¡Digo yo! H

*Experto en extranjería