Querido lector, desde que apareció Podemos he tratado de tener una actitud que se aleje de la sectaria crítica y se mantenga en el conocimiento del fenómeno social y político. A tal fin, y a pesar de que después de ver algunas de sus actuaciones y leer algunos libros sobre el asunto (el que publicaron periodistas después de las europeas, el que imprime una entrevista de Pablo Iglesias y el Curso urgente de política para gente decente de J.C. Monedero) observé evidencias indiscutibles de contradicciones, siempre he mantenido (tanto dentro como fuera de mi partido) que la crítica a Podemos tenía que tener fundamento y razón. Entre otros motivos porque en la medida en que es lo nuevo, aparece con fuerza, la crítica sectaria aún les podía beneficiar. Pero, además, porque ante la imposibilidad, al menos en estos momentos, de ver un partido de izquierda con mayoría absoluta, cabe la necesidad de que la izquierda parlamentaria se pueda ver obligada a pactar para formar gobiernos viables y de progreso. Por lo tanto, hay que cuidar a quien y porque se critica. Más aún en un país como el nuestro, el Valencia, donde pactar con el PP es impensable: son el problema y su proyecto no cabe en un futuro de decencia y bienestar.

Bueno pues, tal vez por reclamar prudencia y causa en la crítica a Podemos, y aun aceptando que Cristóbal Montoro es un ministro de Hacienda impresentable que usa la información de la Agencia Tributaria para amedrentar (PSOE, Podemos, IU, artistas, periodistas, etc.) a todos los que critican sus posiciones, tengo el derecho y el deber de señalar que con la historia de J.C. Monedero y su monedero, tanto el político como la cúpula de Podemos se equivoca, se comportan como la casta a la que critican y se convierten en mas de lo mismo. Es decir, al no pagar sus impuestos del 2013, al esconder que los paga ahora para evitar sanción fiscal, al negar todas estas evidencias, al no aparecer con la necesaria y sana autocrítica, al no exigir ningún tipo de responsabilidad, etc, su práctica va en contra de sus esencias, de la regeneración de la política y de la democracia que proclamaron y de la causa por la que nacieron y tuvieron amplio respaldo social. Aparece un proceder, una ética, que por desgracia, en ese terreno no es nueva, no aporta voluntad de transformación y debilita su credibilidad, la de dar la impresión de que eran los adalides de las buenas practicas. Un comportamiento, repito, que de acuerdo con las palabras del propio J.C. Monedero, reclama que la sociedad no se resigne y se sienta indignada y exigente ante él y Podemos. Más o menos. H

*Experto en extranjería