Ala espera de la confirmación de una extensión del periodo de confinamiento, ya hemos recorrido la primera semana del estado de alarma decretado por el Gobierno. Primar el teletrabajo y restringir las salidas a la compra de productos de primera necesidad o a aquellas actividades ineludibles han sido las principales medidas impuestas por el estado de alarma a las que todos nos hemos tenido que adaptar.

Tras unas primeras horas de confusión, el confinamiento ha sido ampliamente seguido por la mayoría de la ciudadanía. Calles semidesiertas, transporte público con la mínima ocupación, empresas vacías, persianas cerradas y medidas extremas de cuidado en tiendas de alimentación. El uso de las carreteras ha descendido bruscamente. Aun así, resultan lamentables algunas imágenes como los colapsos en las carreteras de Barcelona, Madrid y Valencia de personas que iban a sus segundas residencias el pasado viernes. La irresponsabilidad es grave, ya que con su presencia puede que lleven el covid-19 a poblaciones que hasta el momento han estado libres del virus y que, además, disponen de limitada capacidad de atención sanitaria.

El confinamiento no es fácil, más aún en viviendas de dimensiones reducidas y niños pequeños. Pero está en juego la vida de miles de personas. La realidad es así de cruda, por ello resulta incomprensible la irresponsabilidad de algunos que se saltan el confinamiento sin una razón de necesidad. La vida de los más vulnerables depende del sacrificio de todos.

La cotidianeidad ha estallado. La vida de hoy poco tiene que ver con la de hace apenas unas semanas. Y son muchos los cambios. El Ejército ya ha desplegado algunos de sus efectivos en todo el territorio y está levantando instalaciones de asistencia, desinfectando instalaciones o distribuyendo comida del Banco de Alimentos. Es una colaboración ante la que, como la de todos, no parece razonable poner objeciones.

Son días de inquietud y tristeza, pero también de solidaridad. Hay que destacar el compromiso de tantas empresas y particulares que han puesto su logística, instalaciones, maquinaria o manos en la elaboración de material sanitario o en aligerar la saturación de los hospitales. También es de agradecer la labor de todos aquellos que ofrecen sus conocimientos y su humor para hacer más llevadero el confinamiento.

Toda la atención debe centrarse en cuidar el cuerpo, pero también es importante distraer la mente. La curva sigue creciendo sin vislumbrarse el final, estamos entrando en la peor fase de la pandemia. El número de contagiados asciende a casi 25.000 sin contar los leves, y ya hay más de 1.300 fallecidos.

No es en absoluto descartable que el confinamiento vaya a alargarse. Es fundamental no bajar la guardia y poner los cuidados en el centro de nuestra atención.