En las puertas de dar carpetazo al año 2020 nos adentramos, nuevamente, ante la incertidumbre de un nuevo año, que nace con unos mimbres y una base que precisamente no invita al optimismo. El año 2020 ha sido un año nefasto en lo social, en lo económico y en lo político. Hemos asistido ha una cadena de errores, sinrazones y una pandemia, que han forjado un cóctel letal para miles de españoles. Durante el 2020 la gestión política ha mentido más que ha actuado, y el resultado ha sido nefasto en lo humano y en lo económico.

Esos mimbres son el germen con el que enfocamos un año 2021 donde al grito de la recuperación, miles y miles de personas se han quedado por el camino. Desgraciadamente, muchas no volverán, otras tendrán que esforzarse en hacerlo y otras muchas necesitarán ayuda de los demás. Es por tanto el camino de la solidaridad, del esfuerzo mutuo y de la humanización de la política, la travesía que debemos emprender. Los ciudadanos, intentando sacar su vida adelante, los políticos ayudando a que la vida de todos salga adelante. No hay otra, no caben atajos, reservas o complejos, el año 2021 debe ser el año en el que todos seamos capaces de fortalecer el todo.

Sin embargo, esos nobles propósitos no tienen un horizonte cierto o claro. Si la vida de los ciudadanos no pasa por el mejor momento, ni en lo personal ni en lo económico, la vida política pasa por un momento decadente, ausente y con pérdida de realismo y empatía. En pleno desastre social donde las víctimas que día a día engrosan una lista que tristemente casi nadie le da la relevancia que debería tener, la política nacional se empeña en hablar de muertes dignas, en lugar de centrar todos sus esfuerzos en salvar vidas. Se empeñan en crear una educación sin méritos ni capacidades, en lugar de formar personas en valores y conocimientos. No cabe mayor desprecio a la vida actual que utilizar artificiosamente la política, en plena pandemia, para fines ideológicos y no lógicos. Lo lógico, lo que dicta el sentido común, es que hoy la política estuviera hablando de cómo generamos conocimiento, a través de la investigación, para detener la masacre del covid y proteger a nuestros vecinos. La lógica, y el sentido común, dicen que la política debería fortalecer la economía, protegiendo a quienes hicieron de su vida un comercio, una empresa o un despacho, con firme vocación de servir y ayudar a los demás con empleo y trabajo. Pero no, la política se empeña en otorgar carnets de buenos españoles y malos, de solidarios e insolidarios, de responsables y de irresponsables, mientras la vida de los ciudadanos pasa sin más solución.

Creo sinceramente que el movimiento de nueva política ha traído precisamente las cuestiones más poco útiles de la política. Tacticismos, estrategia, control de la comunicación, son dignos atributos de quienes quieren ganar unas elecciones, pero no son de utilidad cuando la vida de millones de personas requiere respuestas.

En plena crisis social y económica hay que decidir qué hacer con la vida de las personas, cómo ayudar a que salgan adelante, cómo fomentar el empleo y la actividad económica, en definitiva, cómo poner en marcha un país, en lugar de buscar culpables. Es esa la gran incertidumbre de 2021, ¿Cómo se gestionará esta crisis? Y la respuesta desgraciadamente se desconoce. Tenemos un gobierno nacional que juega a tácticas y a encuestas, tenemos un gobierno autonómico que no lidera y no quiere ofender al gobierno de España.

El 2021 debe ser el año de las personas, de volver a dar valor a la vida, de mover cada actividad económica, de apoyar a todo el personal sanitario, social o de servicios que quieren en lugar de aplausos, dignidad en sus empleos, de creer en nuestros autónomos y emprendedores impulsando y marco fiscal y administrativos propicio para su desarrollo. Estos deberían ser los objetivos, pero desgraciadamente la realidad está llena de incertidumbres y de dudas. H

*Diputado del PP en les Corts