Constantemente citamos al ya célebre --desgraciadamente-- coronavirus y la incidencia que tiene en la salud, en primer lugar, y en la vida ordinaria en general. Se habla de su influencia nefasta en el mundo de ciertos negocios, de casi todos, en los trastornos que ha ocasionado en el ocio y en el trabajo. Tan pequeño y tan matón.

Recientemente, esta fatal circunstancia ha influido no solo en la salud, sino en otras muchas cosas. Finales de abril y principios de mayo son las fechas en que la tradición de siglos propicia las peregrinaciones y romerías en las comarcas castellonenses, algunas, claro. Els pelegrins de les Useres es, sin duda, una de las más reconocidas en el ámbito de la religiosidad popular. Este año, después de varios siglos, ha sido suspendida en su forma tradicional. Y, según dicen, es la quinta vez que, por diversas causas, esto sucede. Naturalmente, el fenómeno afecta a otras peregrinaciones y a otras épocas, que han sufrido o sufren también este paréntesis.

Justamente ahora, nos sorprende la aparición de un libro, Camino roto, del periodista y antiguo director de Mediterráneo, Javier Andrés Beltrán, quien, desde un punto de vista bien diferente, presenta a los peregrinos de les Useres en una insólita situación: la muerte de dos de ellos y, luego, tras una ingeniosa trama, la de un tercero involucrado en la búsqueda de una de las reliquias más preciada del cristianismo. Una íntima mezcla de novela negra y realidad mística, que, no obstante, conserva la descripción de lugares y peregrinos.

Al menos, queda patente el recuerdo de estas romerías y peregrinaciones tan abundantes y de tanta antigüedad y fe como atesoran las comarcas castellonenses.

Profesor