El día internacional de la Salud Mental se conmemora, que no es lo mismo que celebrar, todos los 10 de octubre de cada año. Su finalidad no es otra que concienciar a la población civil acerca de los problemas de salud mental en todo el mundo.

Tal efeméride pretende concentrar la atención mundial en la identificación, tratamiento y prevención de alguna patología psíquica o situación destacada del año relacionada con la salud mental. Es una fecha establecida oficialmente y organizada por distintas instituciones donde se diseña una campaña inspirada en la rutina creativa de siempre: un eslogan en ocasiones demasiado vulgar u ordinario, una cartelería muchas veces inspirada en la compasión, con ruego de petición humilde y sumisa a los medios de comunicación para su difusión, y un montón de charlas y coloquios donde a los afectados se les permite alzar su voz, en tanto y cuanto su discurso no impida ser patrocinado por las casas farmacéuticas o subvencionado por la administración.

En mi caso, ​ que me considero un sujeto con modales psicóticos, de temperamento no sé si creativo, pero cuanto menos especulativo, prefiero encomendarme a los Santos de los Poseídos, a la bendita locura.

En concreto a la santa Dimpna, elegida por la Iglesia Católica como la patrona de la locura, y venerada por todos aquellos devotos que sufren trastornos mentales y neurológicos, alzheimer, fugitivos, víctimas de incesto, locura y epilepsia. ¡Aquí sí que hay inspiración divina para hacer un eslogan conmemorativo! Santa Dimpna, virgen y mártir, fue asesinada por su padre, un rey pagano de Irlanda. Las evidencias que avalan su santidad se sustentan sobre la base de una larga tradición oral y una historia convincente de curaciones inexplicables y milagrosas de los enfermos mentales.

A falta de fármacos, terapias u otras acciones para aliviar las flaquezas, se instauró una oración sin efectos secundarios: «Escúchanos, oh Dios, nuestro Salvador, al honrar a santa Dimpna, patrona de los enfermos con enfermedad mental y emocional. Ayúdanos a ser inspirados por su ejemplo y confortados por su ayuda misericordiosa. Amén». Además, para otras enfermedades mentales o melancólicas se invoca a santa Petronila, abogada contra la depresión.

También tenemos santos en primera persona, como es el caso de Simeón el Loco, un monje, eremita y santo cristiano del siglo VI, considerado el patrón de los santos locos​ y de los titiriteros. Este santo, que no hablaba de oídas, chocó con las normas sociales de su época y a su reacción transgresora se la definió «locura». A sus actos caritativos unía exageradas excentricidades capaces de hacer visible su rechazo a una sociedad de la que no buscaba reconocimiento.

Su conducta estaba muy lejos de ser ortodoxa. Cuentan las leyendas de la época que cuando visitaba los pueblos para evangelizar a los vecinos, se acompañaba de un sabueso muerto que arrastraba por el suelo. Semejantes ocurrencias fueron la excusa para que muchos puritanos de la fe le insultaran e incluso le castigaran físicamente, lo cual él soportaba con paciencia.

La simbiosis entre el credo religioso y la psicosis ha sido y es una realidad, dada la semejanza entre el culto religioso y los episodios psicóticos. Al más puro estilo musical tipo Enrique Iglesias con su canción titulada: Experiencia religiosa. Sea como fuere, las personas con algún tipo de sufrimiento psíquico gozan de una serie de experiencias variopintas. Algunas imaginadas y otras no.

Como si de una vida de papel se tratará son prisioneros de conjeturas y elucubraciones que les permiten sin apenas esfuerzos cambiar la percepción de la realidad. Las experiencias religiosas suelen darse la mano con alucinaciones, y ciertos individuos con psicosis suelen manifestar situaciones similares. Algunos especialistas en salud mental afirman que la religión tiene un efecto protector, mientras que otros consideran todo lo contrario. Amén.

AFDEM