Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Así empieza la carta de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero décadas después de su aprobación la realidad es bien distinta.

Los dramáticos acontecimientos de A Coruña con el asesinato de Samuel, un joven de 24 años, han puesto el foco en las agresiones homófobas, una triste realidad en nuestro país. Pero este asesinato, de extrema gravedad, no es un hecho aislado. En España se producen diariamente insultos y agresiones a personas del colectivo LGTBI. Ataques que en numerosas ocasiones ni siquiera son denunciados por miedo a represalias. Por ello es tan necesario visibilizar las injusticias por las que pasan muchas personas.

En esta lucha por la reivindicación de derechos, hay que alzar la voz para hacer frente al discurso de odio de la extrema derecha en Europa. Frases como: «En España hemos pasado de dar palizas a homosexuales a que ahora esos colectivos impongan su ley», pronunciada por el diputado de Vox Iván Espinosa de los Monteros, merecen la reprobación unánime de todos los que defendemos la democracia y la libertad. Nadie puede justificar el que una persona acose, agreda y, mucho menos, que mate a otra por el hecho de amar libremente. Y ese parece ser el motivo que a la extrema derecha le molesta, el que muchos de nosotros y nosotras, el colectivo LGTBI, hayamos nacido para amar libremente. Porque esto va del valor de libertad.

Es importante tener presente la reflexión que Javier Ambrossi nos trasladaba hace unos días: «Muchas personas LGTB crecemos desarrollando una personalidad falsa para que no nos vean, no nos peguen, no nos insulten, para que nos quieran. ¿Y los 20 años que hemos vivido antes de ser libres? ¿El primer amor que no hemos tenido? ¿El amor adolescente? ¿El desarrollo sexual normalizado? ¿Dónde está? ¿Esos 20 años quién nos los devuelve?».

Por ello son tan necesarios los días de reivindicación, la semana e incluso el mes del orgullo. Necesitamos una sociedad concienciada con los derechos humanos, que vele por la libertad de amar. Una sociedad educada en respeto y tolerancia, comprometida para que ese tiempo que se nos ha robado a los que hemos decidido amar libres no se les hurte a las nuevas generaciones.

La sociedad no puede vivir dando la espalda a la realidad de la intolerancia. Debemos combatir esos arcaicos discursos de odio que resuenan cada vez con más fuerza en Europa. La aprobación de leyes antidemocráticas como la de Hungría merece el rechazo de la comunidad europea.

Los insultos a personas públicas que ocupan puestos de responsabilidad, como mi querido amigo, el alcalde socialista Samuel Falomir, deben ser condenados por todos los y las demócratas. Basta ya de hipocresías, de intolerancia, de insultos y agresiones; basta ya de LGTBfobias.

Portavoz del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Castelló