El siglo XVIII, pese a los inconvenientes con que preludia, causados por la guerra de Sucesión, supuso para Castelló un claro desarrollo manifiesto en el crecimiento de su hábitat, que pasa de los 4.288 habitantes de 1713, a los 12.224 en 1803 y ello contabilizado por los censos oficiales que, desde el gobierno del conde de Aranda, se convierten en obligatorios en España. Es significativo constatar que el incremento más acelerado se produce en la primera mitad de la centuria, dado que en 1769 se contabilizan 10.602 almas.

La presión que este aumento supuso en el interior del recinto murado, obligó a la expansión urbana en diversos barrios fuera del mismo. Ello explica el crecimiento del arrabal de San Nicolás, en el área norte (sumando las expansiones de les Forques y del Pla), con la aparición de las calles que hoy conocemos como de Sant Félix, Sant Roc, plaza de Clavé, San Luis, Conde Pestagua, Alcalde Tárrega, Sanahuja, y otras transversales.

La ampliación de San Juan en el oeste, extendió el Pany de les Creus, frente al calvario con lo que sería la plaza Nueva, hoy avenida del Rey Don Jaime, además de la zona del huerto de Sogueros, vecina a la ermita dedicada al culto de la crucifixión, en el entorno de la hoy plaza de Tetuán.

El barrio de San Francisco, en el sur, conoció el trazo de la calles hoy rotuladas como Trinidad, Navarra, plaza del Real y aledaños. El de Santo Tomás, en el SE, fue el que se vio más frenado por la presencia de industrias y molinos en la vertiente oriental de la acequia Mayor, que supuso una muralla acuática a la expansión en esta zona. Los censos confirman que el número total de moradores de estos ensanches llega a superar, incluso, el del ámbito originario de la Vila.

Cronista oficial de Castelló