El pasado año llegó el covid-19 y sufrimos sus efectos con una triple crisis: sanitaria, económica y social. La economía sufrió un parón que desató un tsunami de desempleo, nos confinamos en nuestros hogares, se restringió la movilidad a mínimos y miles de personas perdieron la vida. Hemos vivido toques de queda y restricciones de número de personas en las reuniones y de horarios, especialmente en actividades de ocio. Posiblemente, si hubieran escrito una novela de aventuras con el guión de lo que hemos vivido nos hubiera parecido demasiado irreal, pero el covid ha demostrado una vez más que la realidad supera la ficción.

A diferencia de la crisis del 2008, en la que se dejó a cada cual a su suerte, esta vez el Gobierno aprobó medidas para paliar la terrible situación a la que se veían abocadas millones de personas: medidas de protección social y del empleo como los ERTEs, también medidas de apoyo a trabajadores autónomos y empresas, y medidas para los colectivos más vulnerables como han sido el bono social, ayudas para el alquiler o la suspensión de desahucios para quienes no tenían alternativa habitacional. Además, la Unión Europea, que en la anterior crisis se limitó a dar fondos de rescate con duras medidas, con los llamados hombres de negro que ataban a los gobiernos, esta vez ha aprobado cuantiosos fondos tanto para paliar los terribles efectos como para propiciar la reactivación económica, fondos de los que nuestro país es de los más beneficiados gracias a una exitosa negociación.

Sanidad e investigación han jugado un papel fundamental en esta crisis. El buen sistema sanitario que tenemos en España ha hecho que todas las personas enfermas de covid fuesen atendidas convenientemente gracias a la entrega del personal sanitario.

La investigación ha permitido que lleguen vacunas en un tiempo récord. Como lección, no debemos escatimar recursos en sanidad e investigación, dos ámbitos en los que se cebaron los recortes en la crisis del 2008.

En este momento en el que en el país hemos alcanzado el ansiado 70% de personas vacunadas que nos adentra en la inmunidad de grupo, estamos constatando los síntomas de que volvemos a la senda de crecimiento: el PIB se ha recuperado casi en un 20% en 2021, hemos recuperado más del 90% de los empleos perdidos, solo quedan 74.000 personas en ERTE y nuestro mercado laboral está batiendo récords de afiliación hasta el punto de que la cifra de cotizantes ya es superior a la de la prepandemia (la Seguridad Social registró 133.049 afiliados más en julio).

El tráfico portuario, que es un termómetro adelantado de la economía, se está recuperando vigorosamente (el puerto de Castellón crece un 11,5% en lo que va de año), hasta el punto de que nueve de las 28 autoridades portuarias, la de Castellón entre ellas, han registrado en el primer semestre un tráfico superior al del año 2019, antes de la pandemia.

Esto es posible gracias a que la sociedad española ha dado un ejemplo de resiliencia que nos ha llevado al inicio de la recuperación con sacrificios y trabajo, pero sin perder energías en discusiones estériles. Ha sido posible gracias a la unidad de acción y a la unidad de la UE, con los fondos europeos; a la unidad de todos los Gobiernos de todo signo político en España, y gracias al diálogo social y al papel jugado por los sindicatos y empresarios, que ha permitido alcanzar hasta un total de 11 acuerdos.

Las previsiones de todos los organismos sitúan a España como una de las economías que más va a crecer y con más vigor durante los próximos años. La que más de la Unión Europea. Sin embargo, estas previsiones no deben llevarnos a bajar la guardia porque probablemente aparecerán tendencias inflacionistas que pueden amenazar el crecimiento y habrá que contrarrestarlas a nivel europeo. Además, en nuestro país, como dijo esta semana el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hay que seguir vacunando para proteger al conjunto de la población; hay que propiciar una recuperación que sea lo más justa posible, es decir, que llegue al conjunto de hombres y mujeres de nuestro país, sobre todo, a los más vulnerables; y hay que modernizar nuestra economía y nuestro tejido social gracias a los fondos europeos. Estas son las tres prioridades del Gobierno que se desarrollarán teniendo como guía los Objetivos de Desarrollo Sostenible en los que España está fuertemente comprometida y se encuentra a la vanguardia en el cumplimiento de este contrato social mundial para el siglo XXI, basado en la responsabilidad y la solidaridad con las generaciones futuras desarrollando acciones para erradicar la pobreza, reducir la desigualdad, luchar contra el cambio climático, revertir la degradación del medio ambiente, y promover la prosperidad, la paz y la justicia.

En este sentido, cabe destacar que la Estrategia de Desarrollo Sostenible es el hilo conductor del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que, con los 140.000 millones de euros de los fondos europeos, servirá para que la recuperación y la modernización estén al servicio de las personas y su entorno.

La recuperación va a ser potente, pero no sirve cualquier recuperación. Hemos de conseguir que sea justa, es decir, que se traslade a los salarios, al empleo de los jóvenes y a unas jubilaciones dignas, y que sea sostenible porque solo de esa forma tendremos una sociedad mejor y garantizaremos el estado del bienestar.

Presidente de Puertos del Estado