Querido/a lector/a, la noticia extravagante de estos días ha tenido que ver con la vida de Xavier Novell, el obispo de Solsona. Y es que, por lo que se dice y escribe, se ha enamorado de una mujer y ha decidido dejar el cargo, irse a vivir con ella o, pedirle al Papa, un tiempo de reflexión. Lo desconozco.

La verdad es que no es habitual que un obispo se enamore y enrolle con una escritora de novela erótica y satánica. Pero en todo caso es algo posible, son un hombre y una mujer y, el amor, es un sentimiento capaz de romper compromisos, votos y hábitos e, incluso, de desatar lo que se consideraba atado. Por lo tanto, lo de extravagante no es por el amor entre dos humanos, es por lo que aparece alrededor de la noticia. Por constatar cómo en el siglo XXI, cuando según Hawking no hace falta Dios para explicar el mundo, cuando para un Nobel como Saramago las religiones no han servido para unir ni son necesarias para ser buenas personas, ciertos sectores conservadores de la iglesia en vez de buscar su función en el mensaje evangélico de amor y compromiso con los humildes y la justicia social, crean pastores como Novell que, según dicen, es solitario y autoritario, no empatiza ni con fieles ni con curas, mantiene una visceralidad recurrente contra el divorcio y la homosexualidad (la relaciona con la falta de la figura paterna), organiza cenas sectarias de sanación y limpieza espiritual (a 100 €), asesora sobre el más allá y el mal... etc. 

Pero, peor aún, cuando ese obispo se ha enamorado, es decir, ha hecho algo humano y real, ese reducto reaccionario de la iglesia no analiza en serio el hecho, ni el papel del hombre y la mujer en la Iglesia, ni el celibato, solo alimenta la chocante teoría de que Novell está poseído por el mal. Es decir, primero, con historias del más allá lo apartan del mundo, después, ahora, de la Iglesia. Más o menos.

Analista político