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Naiara Martínez

La ventana de la UJI

Naiara Martínez

¿Quiénes tienen el privilegio de nombrar y de ser nombradas?

La pérdida de derechos de una es la pérdida de derecho de todas, por eso hay que abordar las discriminaciones sin jerarquizarlas

Las fechas conmemorativas sirven para recordarnos todo el camino recorrido y lo mucho que nos queda por recorrer. El día de hoy, el del feminismo, o más bien el de los movimientos feministas, nos invita a reconocer la riqueza de la diversidad de la lucha, desde las múltiples miradas y perspectivas que forman parte del feminismo como movimiento social. Estamos en constantes reivindicaciones, reafirmaciones, y de todas ellas forma parte el movimiento feminista. Este día pone en valor las luchas de las generaciones que nos precedieron y permite parar un momento en el camino para revisar nuevos retos que nos ayuden a construir un futuro de libertad inclusiva y no jerarquizante. En nuestro contexto inmediato, pero también en aquellos en los que conflictos bélicos marcan la agenda cotidiana y dificultan todavía más el cumplimiento de los derechos humanos.

En ocasiones me preguntan, ¿qué es feminismo? Y yo me pregunto ¿existe una verdad universal o múltiples maneras de entender la realidad? ¿Cuántas miradas caben en un movimiento social? Seguramente varias, así que ¿podríamos hablar de feminismos? Sin embargo, cada persona es política, nuestros cuerpos son políticos y lo son las acciones que llevamos a cabo con ellos. No podemos olvidar que dentro del feminismo (y cualquier movimiento político-social) se entrecruzan el género, la clase, la sexualidad, la edad, la capacidad, la procedencia, la etnia, el estatus migratorio... Todo ello es clave para que podamos cuestionar nuestros privilegios de heterosexualidad, clase o ciudadanía, cuerpos normativos y capacidades, entre otros. Solo desde ese lugar podemos construir en igualdad, siendo conscientes de los propios privilegios y de integrar en los espacios a aquellas personas que no son escuchadas o no tienen voz, pues será la única manera de que podamos comprender su mirada. Porque no olvidemos la importancia del lenguaje para la visibilidad de todas las realidades. «Aquello que no es nombrado, no existe» (George Steiner).

Teniendo en cuenta esto se entendería que la sororidad vaya cogiendo peso y valor en el feminismo, pero, ¿realmente la ponemos en práctica? Su significado está basado en el principio de la equivalencia humana, igual valor entre todas las mujeres, se centra en el apoyo mutuo entre iguales, sin juicio, desde la comprensión: «En el concepto de sororidad no hay jerarquía, sino un reconocimiento de la autoridad de cada una» (Marcela Lagarde).

Sin embargo, ¿existen dos personas iguales, dos mujeres iguales? ¿Existen realidades de mujeres jerarquizadas? No podemos separar todas las partes que nos forman como persona, no podemos separar nuestra orientación, nuestra procedencia, nuestra capacidad, nuestro cuerpo, nuestro tipo de trabajo, nuestra edad… del hecho de ser mujer. Tenemos el derecho de vivir sin renunciar a ninguna parte de lo que somos.

Desde esta interseccionalidad podremos entender a aquellas personas que son doblemente discriminadas, donde vemos como coge fuerza la cosificación y sexualización de la mujer por partida doble. Existen mujeres que aman a otras mujeres que tienen que mirar dos veces a su alrededor antes de dar un beso a su pareja en público, ya que se convierten en objeto de sexualización con frases como «lo que necesitáis es un buen hombre», «os propongo un trío»... Estoy segura que si alguna mujer lesbiana o bisexual está leyendo estas líneas, estas frases no le serán indiferentes. Esta situación es una realidad de la herencia del sistema heteropatriarcal. Pero estas situaciones no podemos verlas desde la individualidad, porque estas mismas mujeres en otros lugares nunca serán escuchadas, respetadas, simplemente por el mero hecho de nacer en un lugar u otro (privilegios de procedencia y ciudadanía).

Por ello tenemos que unirnos TODAS desde aquello que nos une: ser mujer, sin cuestionarnos quién es más mujer, o quien está más discriminada. La pérdida de derechos de una, es la pérdida de derecho de todas. Por eso cabe construir un feminismo que aborde todas las discriminaciones sin jerarquizarlas y poner el foco en la interseccionalidad que nos atraviesa, incluida la de ser mujer. Si buscamos desde la individualidad nos encontramos muchas realidades, privilegios y vulnerabilidades que nos separan, sin embargo, desde lo colectivo existen muchas más que nos unen. Intentemos centrarnos en ello, reapropiándonos de los espacios, visibilizando las interseccionalidades que nos atraviesan, construyendo así lugares inclusivos donde no solo exista una forma de ser mujer. Abrazando la diversidad como punto de enriquecimiento. Eso es lo que entiendo por sororidad.

Llegado a este punto es el momento de preguntarnos, ¿qué es ser mujer?, o más bien ¿qué mujer soy yo? Para ello es inevitable recordar las palabras de Simone de Beauvoir: «No se nace mujer, se llega a serlo». Esta frase nos permite entender y visibilizar el problema de la desigualdad en la construcción histórica y cultural de lo que significa ser mujer y ser hombre. Las mujeres seguimos luchando para acabar con la desigualdad histórica que hemos padecido sólo por el hecho de serlo. La cultura nos marca modelos (hegemónicos) únicos de lo que significa la feminidad (y de lo que significa la masculinidad), articulando relaciones de poder y dominancia. Por lo tanto, pensemos en lo que nos ha hecho vernos como mujeres a cada una de nosotras dentro del patriarcado. Cómo se ha construido la feminidad y el valor que se le ha dado, no solo a las mujeres, sino a todos los cuerpos feminizados. La feminidad como opresión, pérdida de poder y derechos, tanto en mujeres como en hombres.

Porque sí estamos, sí existimos y nos queremos visibles, mujeres con nombres y apellidos, reales y libres. Así que os planteo de nuevo ¿qué mujer queréis llegar a ser?

*Técnico de la Estrategia de Igualdad en Diversidad Afectivo-Sexual y de Género de la UJI

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