El Periódico Mediterráneo

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Basilio Trilles

BABOR Y ESTRIBOR

Basilio Trilles

Las hinchadas

Pedro J. Ramírez, al que nunca tuve de referente, la otra noche en la 1 de Televisión Española resultó pragmáticamente sensato al opinar sobre la necesidad de lograr pactos de Estado entre el Partido Socialista y el Partido Popular, a fin de que llegado el momento electoral gobierne quien haya ganado las elecciones, con el apoyo del otro. Mediante semejante acuerdo, subrayó Pedro J, la estabilidad del país quedaría garantizada, sin tener que hacer concesiones a la extrema izquierda, como ocurre ahora en el Gobierno, ni a la extrema derecha como acaba de ocurrir en Castilla y León.

España, Europa y el resto del mundo están viviendo el momento más inquietante desde la II Guerra Mundial. La historia demuestra que en crisis superlativas los extremismos tienden a crecer, potenciados por el desencanto de la población e impelidos por las recetas populistas. Cuidado, porque los equilibrios de la sociedad sobre los que han sido cimentados los valores de las democracias liberales, que han dado los mejores años de nuestro país y del resto de la UE, pueden entrar en un túnel oscuro, trufado de incertidumbres. Realidad que ya ocurre en Polonia, Hungría e Italia y podría reproducirse en Francia con la posible irrupción de Marine Le Pen en El Elíseo. Sabido es que la líder de la Agrupación Nacional, RN en francés, ha recibido pingües ayudas de su admirado Vladimir Putin, a quien le va bien que triunfen los ultranacionalismos en territorio europeo.

Alfonso Fernández Mañueco se ha esforzado en matizar que los acuerdos con Vox pretenden ser, entre otros objetivos, una ampliación y mejora de leyes que remueven sensibilidades: Ley de la Memoria Histórica y Ley Contra la Violencia de Género. Para conservar el Gobierno autonómico el PP de Mañueco, tras el fiasco del adelanto electoral, ha tenido que tragar con las condiciones de Santiago Abascal, que en el acto de ayer mostraba una legítima actitud de vencedor satisfecho. Desde el otro extremo es la medicina que ya conoce Pedro Sánchez en sus concesiones obligadas, aunque Vox es un partido que defiende la unidad de la nación y no tiene las manos manchadas de sangre, a diferencia de algún jefe bilduetarra que apuntala el primer despacho de La Moncloa. Empero, el PP corre el riesgo de ser mimetizado por la opción de Abascal, contraviniendo el espíritu de la nueva casa común levantada por José María Aznar y del propio Partido Popular Europeo, lesionando la esencia misma de la formación que sigue manteniendo la voluntad de aglutinar al centroderecha, máxime ahora con el liderazgo templado de Alberto Núñez Feijóo, cuya vasta tarea de reconstrucción se antoja laboriosa. Resultó oportuno que ayer se celebrara en Génova 13 la reunión del Comité de Dirección del PP, cita en la que ha sido convocado el congreso regional de Madrid, del que saldrá investida Isabel Díaz Ayuso. La presidencia orgánica territorial con el coste político más alto de la reciente historia de la democracia española. Digo que resultó oportuna la fecha elegida para dar luz verde a Ayuso porque evitó la presencia de Feijóo en la investidura de Mañueco y la incómoda foto con Abascal.

La tercera fuerza del país

En las últimas elecciones generales Vox obtuvo el respaldo de 3.656.979 de españoles y tiene 52 diputados en el Congreso, siendo la tercera fuerza política del país. Y cuenta con un aparato eficaz, al que hay que sumar una hinchada incondicional que está hiperactiva en redes y foros de opinión. Pese a ello, el liderazgo de Feijóo ha tenido pronta repercusión en las encuestas, que muestran a un PP en alza, reflejo de que una gran parte de ciudadanos opta por posiciones moderadas. Tal vez el PP necesita una hinchada más dispuesta y visible.

Periodista y escritor

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