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Paco Mariscal

AL CONTRATAQUE

Paco Mariscal

Teatro absurdo en el Ribalta

Una pérgola suele ser un espacio abierto, vecinos, con enrejados abiertos de columnas y vigas donde crecen y adornan las plantas trepadoras. La nuestra, la que tuvimos en el parque Ribalta hasta hace medio siglo, se acompañaba, además, de una coqueta alquería modernista y mucho adorno cerámico. Sobre la misma se alzó una construcción inadecuada e impropia en el ámbito de un parque con las características estéticas e históricas de nuestro Ribalta. La Pérgola dejó de ser pérgola y vino a ser un bodrio o pegote castrador en el jardín del XIX; pegote en el parque que se pone de relieve en cualquier foto aérea o en cualquier foto virtual del bodrio que se pretende reformar. Una reforma que no cuenta ni contó con los informes de ministerios de cultura, consells valencians de ídem, academias de bellas artes de San Carlos, el susum corda y una no escasa cantidad de ciudadanos de la capital del Riu Sec, que, junto a Els amics de Ribalta, añoran la Pérgola en su estado original.

En muchas ocasiones, durante estos últimos 50 años, y desde ámbitos ideológicos diferenciados se indicó que el bodrio debía de desaparecer y recuperarse el espacio abierto: lo llevó el PSOE en su programa a comienzos del milenio, y el PP se posicionó en el mismo sentido con base en informes de la Dirección General del Patrimonio el 2008 que se reiteró el 2014, antes de la llegada del tripartito de Fadrell al gobierno municipal de Castelló. Todo en vano porque se impuso el teatro del absurdo.

El teatro del absurdo, vecinos del Ribalta, fue una corriente escénica de mediados del siglo XX. Resultado de la frustración existencial causada por la Segunda Guerra Mundial entre los filósofos y literatos europeos. Surgió de las dudas y los miedos, y tuvo como adelantados a Antonin Artaud, Eugène Ionescu, Samuel Beckett o los hispanos Miguel Mihura y Fernando Arrabal. El teatro del absurdo, sintetizando al máximo su contenido, representó la incongruencia entre el pensamiento y los hechos, la incoherencia entre la ideología y los actos, lo ilógico y los diálogos repetitivos que carecen de significado; los personajes tienen dificultades extremas para comunicarse entre ellos. En la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett, los dos vagabundos protagonistas, que esperan a quien no llega nunca, dicen marcharse no se sabe dónde, y se quedan sentados en la escena.

Repasar los últimos plenos

Y a uno, vecinos del Ribalta y del Riu Sec, tras sembrar en luna menguante las alubias verdes de mata baja del cigarret como las denominan los huertanos del País Valenciano; a uno, digo, vecinos, le dio por repasar los últimos plenos del Ayuntamiento de la capital de la Plana, y con un talante pelín masoquista analizar la forma como se trataba el tema de la Pérgola en dichos plenos. El del pasado 26 de mayo solo puede calificarse de surrealista, cómico, ilógico en lo referente a la Pérgola. Ningún grupo en el consistorio se inclinó de forma decidida y clara por devolver a la Pérgola su antiguo formato. La extrema derecha calificó de injerencias en la vida municipal los informes de universidades y academias; los munícipes, teóricamente a la izquierda del PSOE, aludieron solo tímidamente a esa recuperación; los del Partido Popular pasaron sobre ascuas y hablaron de otras inversiones necesarias que nada tienen que ver con la Pérgola, y los teóricamente socialdemócratas andaban por donde los cerros de Úbeda.

Teatral y absurdo. Como teatral fue un ruego y pregunta en el pleno de nuestro Ayuntamiento el 31 de marzo pasado: el edil Vicent Sales le preguntó a la alcaldesa por la reconstrucción original de la Pérgola, dada la construcción inadecuada actual; la munícipe principal le contestó que el gobierno municipal seguiría a rajatabla la legalidad actual. Así que, vecinos, Samuel Beckett, en su Esperando a Godot absurdo no hubiera contestado mejor.

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