El Periódico Mediterráneo

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Carlos Tosca

VIVIR ES SER OTRO

Carlos Tosca

Recordar y olvidar

Dicen que debemos conocer la historia para no cometer los mismos errores que en el pasado. Me temo que es una afirmación inútil. A pesar de conocerla caemos una y otra vez. Quizá lo que la asignatura de Historia nos enseña es que estamos abocados a repetir las equivocaciones de nuestros ancestros. Así pues, estudiar el pasado de la humanidad nos lleva a prever qué errores cometeremos en el futuro. Hay muchos ejemplos en lo militar, que me parece paradigmático porque pocas bromas con este tema: a la Gran Guerra, que luego conoceríamos como primera guerra mundial le siguió, apenas dos décadas después, la segunda, que resultó tan cruenta o más. Cuántas veces los germanos se adentraron en Rusia y salieron escaldados. ¿Acaso nadie advirtió a Hitler de que hasta el mismísimo Napoleón se dio de bruces con la inmensidad y el frío de la estepa rusa? Imposible. Quién no ha leído Guerra y paz.

Otro tanto ocurre a nivel personal. Ahí va otro cliché: somos el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Tal vez sea signo de inteligencia, o una de las partes negativas de la misma. Nos creemos tan listos que pensamos: «Esta vez no me pasará; he aprendido la lección». Y ¡zas!, volvemos a pegárnosla. Llega el invierno y se nos congelan las ideas, luego en primavera no hay manera de mover los tanques.

Al preguntarme el motivo de esto empieza a surgir un razonamiento. Olvidar también es una facultad humana con sus propias virtudes. Sin la capacidad para dejar de recordar lo malo igual nos hubiéramos extinguido hace milenios. Dar a luz no parece una experiencia agradable; hasta hace un siglo resultaba peligrosísima, sin embargo, y pese a las altas tasas de defunción tanto de recién nacidos como de madres, estas repetían y repetían. Bien es cierto que la sociedad tampoco les otorgaba mucha capacidad para elegir. Pero, imposiciones culturales e instintivas aparte, supongo que algo dentro de ellas las llevaba a volver a pasar por esa experiencia traumática y dolorosa. Obviaré, claro está, los placeres del engendramiento y las satisfacciones de la maternidad, claro; si he de abarcarlo todo necesitaría no un artículo sino el espacio de un libro, o dos.

Olvidamos con la mejor de las intenciones y, también, con la más malsana. Somos así de listos y de tontos, de forma individual y conjunta. Posiblemente eso nos vuelva tan bellos. Miremos a los animales, a los otros animales: suelen ser previsibles en su comportamiento. Los perros muestran una fidelidad extrema, los gatos van siempre a la suya, los hámsteres dale que te pego a la ruedecita… Todos actúan igual desde cachorros hasta viejos. ¿Es admirable? Bueno, posiblemente, pero es otra cosa.

Dejarse llevar solo por el instinto

Puede, por tanto, que la repetición, el dejarse llevar solo por el instinto suponga una barrera hacia la evolución. Poca duda cabe al respecto; el hombre como especie ha pasado de ser uno más a dominar el planeta, a imponerse sobre el resto de animales.

La cuestión es que determinados aspectos, los más dolorosos, los más traumáticos, hemos de olvidarlos. No nos queda otra si queremos sostener nuestra salud mental. De otro modo, nos anclaríamos al pasado y esa evolución que nos ha llevado a preponderar sobre el resto de criaturas se detendría. Por fortuna, siempre queremos más. Ya no basta con encontrarse por encima del resto de bichos. Ahora aspiramos a, qué sé yo, viajar por toda la galaxia, volvernos inmortales, disfrutar de la vida con mayor intensidad. Evolucionar, y para eso puede que a la vez debamos olvidar y recordar. ¡Ah! Qué sería la vida sin estas contradicciones…

Editor de La Pajarita Roja

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