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Paco Mariscal

AL CONTRATAQUE

Paco Mariscal

Ese cajón de plástico...

Item mana a dits jurats sota pena d’excomunió que dins dos mesos fassen recorrer lo terrat de l’esglèsia de modo que no es ploga». Amigos y vecinos del Riu Sec, de tal guisa, contundente, amenazaba el obispo mitrado de Tortosa a los ediles de Vilafamés. Durante una visita pastoral, descubrió goteras en la techumbre del templo parroquial de la villa. Si en el plazo de dos meses no lo habían reparado, caería sobre los jurados de la población una excomunión, que los llevaría de forma directa al umbral del fuego eterno de Satanás. Las palabras episcopales no eran engañosas: el techo de la primitiva parroquia, hoy Esglèsia de la Sang junto al Castillo, se repararía con rapidez, porque los legajos no nos hablan de anatemas posteriores. El escrito del obispo Punter i Pérez está fechado el 30 de octubre de 1586. Y por esa época, vecinos de la Plana, ya estaba en marcha la construcción del majestuoso templo renacentista, actual parroquia de L'Assumpció, que se divisa desde cualquier punto del Pla de l’Arc, seña de identidad del poble de la Roca Grossa. Pero la vieja parroquia junto al castillo era y es un bien histórico y patrimonial, como el parque de Ribalta.

Acertada fue sin duda la intervención puntual del obispo y la gestión de los ediles de Vilafamés. Por entonces se andaba a años luz de la palabrería electoralista que nos rodea hoy en día en la capital de la Plana. El cuidar y conservar lo que es de todos poseen más valor que la palabra hueca. La buena gestión suele aportar además apoyos vecinales. Víctor Falomir, edil y teniente de alcalde que fue junto al Riu Sec lo indicaba con alguna frecuencia: con la verborrea electoralista no se consigue nada; el mejor reclamo electoral era el ruido de los albañiles municipales cuando reparaban el socavón de la acera, que ponía en peligro la integridad de la anciana vecina. Falomir se nos fue demasiado pronto a los espacios etéreos donde debe habitar también el eficiente Punter i Pérez.

Hoy en día la derecha tricéfala en el Consistorio de la capital de la Plana, y excepto alguna honrosa excepción, es otra cosa: mucho pico con medias verdades y sin análisis de los temas y sin alternativas que merezcan un mínimo de credibilidad. Polvo y paja, y una copla reiterada una y otra vez de medias verdades. Tanto da que se hable de mosquitos, armatostes que ocupan el Ribalta u ocupas de demasiadas viviendas desocupadas. Se vocifera agriamente y punto, sin entrar en el fondo del problema. Luego nos traemos al presidente regional del PP y nos bailamos un pasodoble para la foto y para demostrar el orgull de genealogia, o nos traemos al alcalde de los madriles para lo mismo. El trabajo serio es escaso, y la demagogia mucha.

Mucha foto

Y por la otra orilla del Riu Sec el panorama no presenta un escenario halagüeño. Poca satisfacción causan los silencios, los empecinamientos y la desinformación del equipo de gobierno local, con la munícipe principal a la cabeza y con las muletas que sostienen su personal andadura política. Mucha foto y grandilocuencia hueca, y luego procedimientos contenciosos-administrativos y recursos leguleyos de toda índole por tal de no rectificar un error de cálculo y sensibilidad: no recuperar la patrimonial pérgola de nuestro Ribalta, que dejó de ser pérgola durante el tardofranquismo. A derecha e izquierda fue y es una exigencia que tuvieron y tienen voces autorizadas. Nuestra munícipe principal las ignora. La lista de esas voces es larga. Hoy nos quedamos con la pieza teatral escrita por Enric Forcada Records d’una florida Pérgola. Los personajes del patricio castellonense, Roseta y Leonor, comentan: «Un lloc tant bonic que era un goig, tota redona (…) on festejaven. I la basseta dels peixets on els xiquets tiraven molletes de pa (…) en mal hora acabaren amb ella per plantar eixa caixota tota de plàstic, que més prompte sembla un circ o una pista de ball…». Y lo dejó escrito tres o cuatro años después de que apareciese el adefesio en el Ribalta. Forcada debe estar de paseo ahora por el infinito con Falomir y el obispo Punter: cuidaba el patrimonio.

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