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Jose Martí

A FONDO

José Martí

40 años de socialdemocracia

Hubo luces y sombras, pero los casi 14 años de gobiernos de González modernizaron nuestro país

1982 para el que suscribe fue un año magnífico y no sólo por la primera victoria socialista. Aprobé las oposiciones de filosofía. Aún tenían carácter estatal y ese año las convocaron en Granada. Después del Mundial de fútbol disputado en España, y en el que quedamos fatal, cogí el coche ya viejito de mis padres y enfilé hacia la ciudad de la Alhambra. Era julio, todo fue bien, las elecciones fueron en octubre. Algún despistado con el calendario hizo correr por el pueblo que se notaba que habían ganado los míos.

A las pocas semanas de tomar posesión, 8 de diciembre de 1982, Felipe González se plantaba en la Acorazada Brunete. Era su primera visita como Presidente del Gobierno. Dos excomandantes de la Brigada estaban en la cárcel por el 23-F y un general, el general Lago, acababa de ser asesinado por ETA. No le falló su fino instinto de líder. Allí tenía que estar y allí estuvo. Todo empezó a cambiar. Era el broche a la transición, la alternancia en el poder. El primer traspaso de poderes con normalidad. Todos juntábamos las manos: «Ojalá salga bien». Y salió. «Que España funcione», era el lema. Y funcionó.

Hubo luces y sombras, por supuesto: casos de corrupción, huelgas generales, los GAL; pero los casi catorce años de gobiernos de Felipe González modernizaron nuestro país, nos unimos al proyecto europeo, nos convertimos en una democracia homologable en el mundo, se consolidó un estado del bienestar que universalizó la educación y la sanidad, y desarrolló derechos hasta entonces impensables como el aborto. Y la socialdemocracia en nuestro país, que inició Felipe, ha tenido una magnífica continuidad con los gobiernos de Zapatero primero, y de Pedro Sánchez en la actualidad. Cada uno con sus circunstancias, cada uno con un contexto social y económico determinado, con sus mayorías parlamentarias y con sus problemáticas, pero todos ellos ampliando derechos y luchando por la libertad, la igualdad y la justicia social. Todos ellos dando forma a esos cuarenta años de socialdemocracia en nuestro país.

Y es que desde el mayor de los respetos a las otras dos grandes tradiciones políticas: la liberal conservadora y la republicana-comunitarista, la socialdemocracia equilibra y armoniza lo mejor de las dos tradiciones. Veámoslo atendiendo sobre todo al ámbito de los principios. En la tradición liberal se subrayan las libertades individuales, hay una preeminencia del individuo, una valoración de la excelencia y un cierto impulso de verticalidad. El ser humano se concibe como presocial, portador de derechos naturales e inalienables frente al Estado, y la política es un campo de equilibrio de intereses que debe salvaguardar los derechos privados. En lógica consecuencia, la ciudadanía es un simple ejercicio de limitación y control del poder para poder salvaguardar la independencia individual, y la democracia un medio para la protección de esos derechos. Un gobierno querido por el pueblo.

Las cosas son bastante distintas

En la otra tradición, las cosas son bastante distintas. Se subraya la igualdad social, se valora la cohesión social, hay una preeminencia de la sociedad y un impulso horizontal en lugar de vertical. El ser humano es social por naturaleza, es la comunidad la que otorga los derechos a los individuos, la política es un elemento constitutivo del individuo, entiende la ciudadanía como la participación del sujeto responsable en su comunidad y la democracia es una forma de vida valiosa en sí misma y no solo un gobierno querido por el pueblo, sino un gobierno del pueblo.

La socialdemocracia que no niega ser hija de la tradición republicana-comunitarista y bebe de sus principios, conocedora de los peligros que implica y que desgraciadamente han tenido su trasunto en la historia: totalitarismo estatal, pérdida de los derechos individuales, fagocitación del individuo por la sociedad y desarrollo de comunidades homogéneas y sustantivas en las que desaparecen las libertades; atempera y equilibra sus orígenes con la afirmación inalienable de la libertad y el derecho, pero rechazando el individualismo egoísta y el homo economicus maximizador del beneficio, que desemboca en un estado mínimo e insolidario, provocador de la anomia y el parasitismo social. En esa socialdemocracia se ha desenvuelto el socialismo español y los buenos resultados de estos cuarenta años son evidentes.

Presidente de la Diputación de Castellón

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