Los fabricantes de maquinaria y bienes de equipo para la industria cerámica conmemoran los 40 años de la asociación que los ha agrupado en todo este tiempo. Su constitución fue clave para la creación de un clúster azulejero castellonense que se cimenta, desde entonces, en tres pilares: los productores de baldosas y recubrimientos cerámicos, englobados en Ascer; los esmaltes, al abrigo de la patronal Anffecc; y, por último, la propia maquinaria, integrada en Asebec. Juntos componen una red de intereses empresariales interrelacionados entre sí y concentrados geográficamente en Castellón, que hoy permite a este sector vender en los cinco continentes, ser uno de los sectores que más aporta a la balanza comercial, a la I+D+i, o generar más de 23.000 trabajadores directos y 70.000 indirectos. Todo esto en una provincia de apenas medio millón de habitantes y que, desde hace más de medio siglo, tiene en el monocultivo cerámico su gran fuente de riqueza, desarrollo y bienestar.
Hasta aquí, nada nuevo. Ahora, lo preocupante es que todo esto puede irse al traste a raíz de la incertidumbre que atenaza a un sector que requiere de ayudas coyunturales, que sean efectivas y contundentes para volver a ser lo que siempre ha sido: el motor de la economía castellonense y valenciana. Los actuales costes energéticos, las trabas y las prácticas especulativas en los derechos de emisión, el encarecimiento de las materias primas... enfrían los hornos y calientan el ambiente. No hay nada nuevo, pero es importante tenerlo presente.
