Las Cuarenta

Fleta, Toscanini i Bob Voulgaris

Cierto que con su aportación económica resulta grotesco cuestionar su autoridad, mas el dinero no es suficiente cuando de ganarse el respeto de la afición se trata

Haralabos Voulgaris, en el Castellón-Athletic Club B.

Haralabos Voulgaris, en el Castellón-Athletic Club B. / GABRIEL UTIEL BLANCO

Pepe Beltrán

Pepe Beltrán

Cuentan que, después de uno de sus tan eternos como característicos fiatos, en este caso en la famosa aria del duque de Mantova la donna e mobile, el inigualable director Arturo Toscanini se arrogó la condición de único divo y recriminó al tenor Miguel Fleta que se saliera de la partitura original de Verdi. Por toda respuesta, el cantante oscense dejó constancia de su privilegiada posición en el escenario de cara al público, mientras los espectadores apenas distinguían una nuca y una espalda encorvada agitando la batuta. 

El mundo del fútbol también es propenso al endiosamiento, las más de las veces gratuito. Sueldos descomunales, autógrafos y vidas licenciosas avalan el engreimiento. Los entrenadores de fútbol suelen acabar devorados por la espiral de los resultados y la vanidad de algunos suele tener un efecto refractario; los jugadores acaparan más cariño de la afición, sus gestas son las nuestras y acaban convirtiéndose en mitos con pies de barro cuyo final no siempre es feliz. En el CD Castellón actual, en el desamparo de esta tercera división ordinal, resulta difícil que unos y otros pasen a la historia. El ascenso es una obligación más que un mérito. Yo mismo confieso una memoria selectiva y no considero héroe alguno a los artífices de gestas menores, tan solo los que nos llevaron a Primera División --Planelles, Ferrer y Viña dos veces-- o aquellos que disputaron la final de Copa hace 50 años.

No voy a entrar en disquisiciones sobre otros presidentes cuya labor y carisma estén por encima de un marcador o un equipo --yo me quedaría siempre con Antonio Sales--, pero tampoco creo que exista duda sobre la primacía de Haralabos Voulgaris. Nadie está a su altura. Y tampoco es que intenten hacerle sombra. Cierto que con su aportación económica resulta grotesco cuestionar su autoridad, mas el dinero no es suficiente cuando de ganarse el respeto de la afición se trata.

Vaya por delante la mayor de las gratitudes por pagar una deuda que no es suya, por salvarnos de la muerte y por incluirnos en su proyecto. Mas se está ofreciendo una imagen impermeable a los sentimientos, excesivamente mercantil y anglosajona. Ese aislamiento, natural o no, no suele cobrar la empatía que le hace falta a un club que tiene en la afición a su único patrimonio.

El máximo accionista albinegro acudió a su última comparecencia con los medios de comunicación acompañado de su perro Óscar, y hasta lo presentó oficialmente en las redes sociales. A mí me pareció genial y hasta creo que convierte a nuestro presidente en más humano, más próximo. No lo entendió así un aficionado que le afeó el hecho en Twitter y recibió una agria respuesta: ponga usted cinco millones y le dejaré que traiga su mascota a Castalia, vino a decirle. 

También se despidió el otro día al utillero porque no respondía al perfil que buscaban. Supongo que sus estadísticas recogiendo calcetines no pasaron el filtro de Pitch32 y que su sustituto sabrá inglés. Pero ni una cosa ni otra me parecen bien y alguien tiene que decirle a Bob que, aun desde el pedestal, se puede transmitir sencillez en vez de arrogancia, complicidad en suma, y que no se deje enredar por los profesionales de la adulación que le rodean en el palco y quieren renovar prebendas y chanchullos varios.

Post scriptum. Superado el choque de egos inicial, el director italiano no dudó en atender la petición original del fallecido Giacomo Puccini para que Fleta encarnara al príncipe Kalaf en el estreno póstumo de su obra Turandot (Scala, 1926) e interpretara tal vez el aria más popular de la historia, el celebérrimo Vinzeró. Lamentablemente no existen grabaciones, mas todos soñamos con entonar ese do de pecho a final de temporada con el ascenso del CD Castellón. 

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