«Prohibido prohibir» fue el grito de rebelión de la izquierda en el París de 1968, con diversas reivindicaciones que abarcaban desde la libertad sexual a una educación igualitaria. Se basó en movimientos antibélicos, feministas, ecologistas, en el que se planteaban conquistas en el ámbito social y cultural. Y tenían claro que «todo es político», no como ahora que se ha conseguido considerar que ser político es algo malo y denigrante.
Pues bien amigos, creo que ya nos han comido la tostada. Aquella izquierda del 68, que sirvió de referencia a la del 15-M español, llegó al poder y empezó a regular, a legislar y a prohibir. Y, de repente, la vida se convierte en un cúmulo de prohibiciones, restricciones y neopuritanismo. Empezando por los toros o la caza y acabando con la oposición a las plantas fotovoltaicas o eólicas. Y la derecha vio la luz: enarboló la bandera de la libertad de tomarse una caña en las terrazas de Madrid y del «prohibido prohibir» y… a cosechar votos a tutiplén.
Valores originales
En esta nueva etapa desde la izquierda deberíamos recuperar nuestros valores originales de libertad y de «imaginación al poder». Menos prohibir y más educar. Menos supremacismo moral y más enseñar. Menos visceralidad rabiosa y asaltemos los cielos con inteligencia. Porque eso es lo que no diferencia realmente de las políticas neocons que nos la van a hacer tragar a cucharones a partir de que se constituyan los diferentes ayuntamientos en la provincia y Les Corts Valencianes.
Menos puritanismo de ultraizquierda, más «prohibido prohibir» y más inteligencia empática con toda la ciudadanía. Que los objetivos previstos se pueden conseguir igual desde la libertad.
Urbanista