tribuna vecinal

Violencia en las aulas

Concha Guillamón

Concha Guillamón

Hace sólo unos días nos sobresaltaba la noticia del apuñalamiento de dos alumnos y tres profesores por un menor de catorce años en la localidad de Jerez, en Andalucía. Casos de violencia en las aulas españolas ocurren a diario, aunque no saltan a los medios de comunicación porque no llegan a tal extremo, pero se producen más de lo que es deseable.

Las aulas reflejan la sociedad en que vivimos. Las noticias muestran violencia y destrucción, rara vez destacan o elogian valores que animen a los jóvenes a ser creativos o a buscar un futuro a través del estudio.

Las películas y los videojuegos derrochan tiros y sangre, y de este de modo los niños y adolescentes normalizan estas situaciones bélicas como si tuviéramos siete vidas como los gatos.

Los programas de televisión les dirigen a conseguir la fama por la fama, lo mismo ven en Tik Tok, lo importante es que te sigan, que te hagas viral y para ello no hace falta tener estudios ni esforzarte, sólo hace falta dar la nota y tener un golpe de suerte.

Todos tenemos el deber moral de dar un giro a esta situación porque no queremos llegar al nivel que vive Estados Unidos en colegios y en institutos.

Hay que reflexionar sobre el futuro al que aspiramos y poner remedios, no parches, para que crezca una generación sana, respetuosa, con valores.

No es fácil, tampoco imposible. Para empezar, los profesores han de recuperar la autoridad. En mucha ocasiones, la actitud de los padres les resta autoridad y les multiplica los problemas en las aulas.

La autoridad no conlleva violencia, ni agresión física o verbal, es saber estar cada uno en su sitio, poner límites y actuar con el rol que a cada uno le corresponde. El respeto ha de ser mutuo. Las familias y el profesorado de los centros han de trabajar juntos por la educación de los jóvenes.

Generalmente, los padres se involucran, se preocupan y siguen el aprendizaje de los hijos en la escuela primaria y se empiezan a desentender cuando los chicos llegan al instituto, olvidando las dificultades que entraña la adolescencia. Sí, se hacen mayores, pero hay que seguirlos de cerca, dedicarles tiempo sacándolo de donde sea, y dialogar, para que nuestros hijos no se conviertan en desconocidos para nosotros.

No hace falta decir la importancia que tiene la detección temprana de trastornos de espectro autista o TDAH, por ejemplo, y fomentar el compañerismo y la empatía entre los propios alumnos.

Me preocupa la actitud de algunos progenitores que ofrecen alegremente tabletas y móviles a los más pequeños de la casa, algunos aún cuando son bebés, que están hipnotizados con el aparato y otras veces desatendidos porque los mismos padres están enganchados a las redes sociales o con algún juego. Fijo que en un futuro no muy lejano aflorarán las carencias afectivas y los problemas escolares.

Podríamos recordar casos que hemos vivido de cerca en nuestra niñez o que nos han contado personas cercanas, pero lo mejor es que nos tomemos unos instantes, reflexionemos y empecemos a actuar porque esto se nos está yendo de las manos.

*Presidenta de la Asociación de Vecinos La Choquera, de Castelló

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