COSAS MÍAS

El temido Cucala

Antonio Gascó

Antonio Gascó

El historiador local Arcadio Llistar, monárquico constitucionalista, al narrar los ataques del grupo absolutista a Castellón en 1873, no se reprime en revelar el odio irreconciliable entre los dos cabecillas del carlismo, Cucala y Vallés (aunque no lo refiere, posiblemente la inquina viniera de la controversia entre el grupo de la capa, al que pertenecía Vallés, encabezado por el marqués de Villores y el de la manta, de Cucala) por más que declara una marcada simpatía por el primero al que atribuye una mayor caballerosidad y sensatez estratégica, frente al xivertense, de quien escribe que «desconociendo por completo el arte de la guerra, era atrevido por su propia ignorancia». Sin embargo, Vicente Meseguer, en su ponderado estudio sobre el guerrillero, lo reivindica como «un hombre honrado y de reconocido prestigio, dotado de una especial aptitud en el trato con la gente de este país».

Impetuosas acciones

El temido Cucala, además de los ataques a puestos de carabineros y de la Guardia Civil, para apoderarse de armas y municiones y sabotear el ferrocarril, destruyó también puestos y postes del telégrafo para obstaculizar la transmisión de informaciones sobre sus movimientos. La fama de su agresividad, incrementada por la muerte de su hermano Roque en Alcalá, se extendía por sus impetuosas acciones en la comarca de la Plana.

La bisabuela paterna del autor de este texto, hermana del escritor Ribelles Comín, tenía habitualmente en su boca una cancioncilla bilingüe, aprendida de su madre en ese tiempo, que con jocosa ironía, expresaba el temor que despertaba en Castellón el boinaroja de Alcalá: «Levántate soldado que las doce son, / ya viene Cucala con su batallón. / Que venga o que no venga, déjalo venir, / toca la trompeta i apreta a fugir».

Cronista oficial de Castelló