Opinión | A QUEMARROPA

Madre

Hoy, primer domingo de mayo, celebramos el Día de la Madre. La madre, junto al padre, aunque esa es harina de otro costal, es la figura más relevante del mundo. La cabeza de familia. El eje vertebrador de nuestro entorno. El pilar que sustenta el edificio de nuestra vida.

Ya sé que a las ideologías posmodernas y desnortadas le gusta más el Día del árbol caducifolio, o el Día de Zoroastro, o el Día de la dignidad transversal, o el Día de la hegemonía transcultural, o el Día de la cancillería octogonal, o el Día de la cebra cosmonauta. Para esos nuevos credos, cualquier día es mejor que el de la madre, y qué decir del Día del Padre. Porque a esas doctrinas les molesta sobremanera la familia, el principal cimiento de la sociedad occidental y muy especialmente de la mediterránea. Esos idearios sin sentimientos ni sentido quieren erradicar de nuestras vidas el concepto de familia, y anhelan que su papel lo realice el gran hermano estado. Pero lo cierto que la institución familiar, con las madres a la cabeza, se mantiene en pie pese a todo. Detrás de todo gran hombre, y detrás de toda gran mujer, hay una madre, cariñosa, a veces gruñona, siempre preocupada por sus hijos. Siempre alerta ante los peligros de la vida. Siempre solícita. Dispuesta a todo por el bien de sus vástagos. Occidente es lo que es gracias a las madres. Y Oriente también.

Festejemos pues su día. Alegrémonos por tenerlas aún con nosotros. Y si ya no están, recordémoslas con cariño. Como dijo Kahlil Gibran: Madre, la palabra más bella en labios de la humanidad.