La tragedia volvió a cebarse ayer con el este de Turquía, la parte más pobre del país. A las 13.41 un fuerte terremoto de 7,2 en la escala de Richter golpeó la provincia de Van y se pudo sentir hasta en zonas del norte de Irak. Al hallarse el epicentro muy cerca de la superficie, los efectos fueron devastadores, pero debido a la dificultad de los equipos de rescate y las autoridades en llegar hasta las zonas afectadas, al cierre de esta edición se desconocía el alcance mortal del seísmo, aunque los expertos pronostican que podría haber entre 500 y 1.000 muertos.

En la ciudad de Van, capital de la provincia del mismo nombre y de 367.000 habitantes, una decena de edificios se derrumbaron -bajo cuyos escombros aún hay desaparecidos- y las televisiones mostraron imágenes de vehículos aplastados por inmensos pedazos de hormigón. Las más de 20 réplicas de una intensidad superior a 3,5 aumentaron el pánico de la población, que en un primer momento trató de huir de la ciudad colapsando las vías y dificultando el trabajo de las ambulancias.

Ercis, otra población al norte de Van, con 74.000 habitantes, sufrió aún peores consecuencias pues una treintena de edificios -incluyendo una residencia de estudiantes- se vinieron abajo. Con voz desesperada el alcalde, Zülfikar Arapoglu, telefoneó a las televisiones turcas reclamando ayuda urgente: “Hay un gran número de heridos y muertos”.

Sin contar con apenas ayuda, los vecinos del pueblo trataron de sacar de entre los escombros a quienes habían quedado atrapas con vida y, por la tarde, los heridos se amontonaban en el patio del hospital estatal. H