Más bochorno para el capitán Francesco Schettino, “el hombre más detestado de Italia”, tal y como lo bautizaba ayer en un inmenso titular uno de los diarios más importantes de país transalpino. Si sonrojante fue la conversación en la que el capitán de fragata Gregorio Maria de Falco, al teléfono en la Capitanía de Livorno la noche del naufragio, le ordena a grito pelado que vuelva al barco, los detalles que da la juez instructora en su auto de arresto domiciliario para Schettino no ayudan a mejorar la imagen del marino.

La jueza Valeria Montesarchio constata en su resolución que el capitán del Costa Concordia estuvo mirando desde una escollera de la isla de Giglio cómo se hundía parcialmente el crucero que poco antes había abandonado con “al menos un centenar de personas a bordo”. Pero aún hay más. El capitán, que ya ha llegado a su casa de Meta de Sorrento, de donde no puede salir, declaró ante la juez que en ningún momento abandonó la nave. Cuando el fiscal le conminó a explicar qué hacía en el bote, ni corto ni perezoso, dijo que se cayó. “No tenía intención de escapar, estaba ayudando a algunos pasajeros a meter los botes en el agua y, en cierto momento, el mecanismo para bajar la barca se bloqueó y lo forzamos, y, de repente, el sistema se reactivó y, tras ser golpeado, me encontré a mí mismo dentro de la barca de salvamento junto con muchos pasajeros”. Es la transcripción literal de lo que Schettino dijo ante la juez. Una explicación que abre muchas contradicciones como, por ejemplo, qué hacían en la misma barca el segundo oficial, Dimitri Ckristidis, y la tercera oficial, Silvia Coronica.

Después de escuchar durante casi tres horas estas y otras explicaciones, la jueza concluyó que existen “graves indicios de culpabilidad” del capitán en los tres delitos que le imputa el fiscal; homicidio imprudente múltiple (11 muertos y 22 desaparecidos después de que ayer diera señales de vida desde Alemania una mujer dada por desaparecida), naufragio y abandono de la nave.

CAMBIO DE RUTA // La magistrada detalla que el capitán, tras haber reconocido que cambió la ruta, acercó la nave a 0,28 millas de distancia de la costa. “Es evidente e indiscutible la grave incompetencia que ha conllevado la conducta del capitán”, añade la jueza para destacar, además, que existió una “infravaloración” de la magnitud del daño que había sufrido el barco tras colisionar con la formación rocosa.

La magistrada consideró, sin embargo, que no hay indicios de que el acusado pueda darse a la fuga o pueda destruir pruebas. En base a ello, decretó el arresto domiciliario de Schettino.

Meta de Sorrento, la localidad cercana a Nápoles donde vive el capitán, hizo piña ayer para proteger a su convecino. La presión mediática era de tal envergadura que la misma policía ideó un plan para despistar a los periodistas mientras el hombre más buscado entraba en su casa.

Mientras tanto, la actividad en Giglio era ayer frenética. A la operación de rescate se unió la llegada de la empresa holandesa que debe extraer las casi 2.400 toneladas de fuel que hay en el buque y amenazan al rico ecosistema. H