Una frenética actividad minera que se prolongó durante más de tres décadas, entre 1976 y el 2007, transformó un valle del municipio coruñés de As Pontes en un paisaje lunar. Camiones, excavadoras y hasta 1.500 trabajadores se afanaban por extraer el preciado carbón, a un ritmo superior a las mil toneladas diarias, para alimentar una gran central térmica que se construyó justo al lado. Poco a poco, el valle se convirtió en una inmensa hondonada pedregosa y polvorienta.

Hoy, cinco años después, de la actividad minera no queda más que el recuerdo y un monolito de granito: la vieja explotación está completamente cubierta de agua y se ha convertido en el mayor lago de España, con un perímetro de 18 kilómetros.

Endesa, empresa propietaria de la mina y de la central térmica, ha celebrado esta semana el llenado del lago, culminación de un proceso de restauración ambiental que ha costado 100 millones y que ha incluido también la creación de una montaña de 1.100 hectáreas y 160 metros de altura cubierta de bosque. Las aguas del lago aún son pobres en vida, pero los responsables aseguran que tres especies de peces ya han empezado a colonizarlas de forma natural.

IMPERMEABILIZAR // La mina cesó su actividad en el 2007 debido a una nueva legislación europea que impedía el uso de carbones con alto contenido en azufre (la térmica sigue funcionando, pero con carbón de Indonesia). Poco después empezó el tratamiento del suelo, indispensable para que el agua no entre en contacto con el azufre residual y se acidifique. En las zonas donde aún había vetas de carbón se colocó una capa de arcilla de un metro.

Para llenar el lago se construyó a continuación un canal que derivaba aguas del río Eume, aledaño a la mina, aunque Endesa solo tenía permiso para emplearlo cuando el caudal era elevado.

A partir de ahora, el lago se mantendrá gracias a los aportes de agua del Carracedo y otros afluentes del Eume que antaño atravesaban el valle. Cuando se inauguró la mina fueron desviados para permitir la extracción y ahora se han vuelto a restaurar. Su aspecto es excelente, con cascadas y humedales donde ya se observan rapaces. La elevadísima pluviometría de la zona garantiza que el lago nunca se seque y que incluso llegue a rebosar. Si eso sucediera, los excedentes irían al Eume a través de otro canal.

A su vez, los millones de toneladas de áridos que acompañaban al lignito se acumularon en la escombrera de residuos, que fue creciendo hasta crear una montaña de 720 millones de metros cúbicos. Para la restauración, los materiales fueron compactados, se les colocó una capa de arcilla y se repobló la zona con 600.000 árboles y arbustos. El éxito lo confirma la detección de 180 especies de vertebrados, incluyendo corzo, jabalí, lobo y nutria.

La zona aún está vetada al baño, pero los vecinos confían en poder disfrutar del lago en verano. La empresa ha creado una playa de 370 metros y tres islotes. H