En Hollywood no escasean los ejecutivos que deben escuchar bromas sangrantes por haberse equivocado en sus augurios sobre un actor al que no vieron futuro y ha acabado siendo una megaestrella. Posiblemente nadie las sufrió más que el ya fallecido Norman Levy, el hombre que, como vicepresidente de Fox, dijo: "Tom Cruise jamás será un actor importante".

Y eso que, aunque la ambición de Cruise en el cine le ha llevado a ganar ríos de dinero, también -junto a su pertenencia a la cienciología- le ha pasado factura en la vida privada. La separación de Katie Holmes, anunciada el viernes, confirma que para él el cine es lo primero. Ella, insinúa la prensa rosa, se habría hartado de ser una madre soltera, con su marido siempre rodando por ahí, y por eso pidió el divorcio.

AFÁN DE SUPERACIÓN De nuevo sin compromiso, casi 700 millones los ha logrado solo con la cuarta entrega de Misión Imposible, en la que, como de costumbre, y pese a que el reloj biológico sigue avanzando (aunque su aspecto permitiera jurar lo contrario), ha vuelto a realizar todas sus escenas de acción, incluyendo el vertiginoso salto desde el rascacielos más alto del mundo, la torre Burj Khalifa de Dubai. No sorprende en alguien que de pequeño se embarcaba en arriesgadas aventuras para pavor de sus tres hermanas y su madre (el padre fue una figura ausente). O de quien a los 12 años se compró su propia moto. O de quien tras rodar Top Gun aprendió a pilotar aviones. Ni de quien pasó un año entrenando para manejar su arma en El último samurái. Se puede también tomar como guía de su relevancia la Academia de Hollywood, que tres veces ha nominado a Cruise al Oscar por: Nacido el 4 de julio, Jerry Maguire y Magnolia.

Hay algo, no obstante, que escapa a esas explicaciones, un intrínseco conocimiento de Hollywood y de sí mismo que hacen que aquel chico de Syracuse (Nueva York) siga siendo uno de los pesos pesados de la industria, incluso cuando sus excentricidades personales amenazaron con apearlo de la categoría estrella.

Los saltos en el sofá del plató de Oprah Winfrey en el 2005 para expresar su euforia por su relación entonces naciente con Katie Holmes y una entrevista en la NBC donde desató los ataques a la psiquiatría y a los antidepresivos habituales de su controvertida religión, la cienciología, colocaron a Cruise, la estrella, en una situación inédita.

La crisis fue, pese a todo, un espejismo. Llegaron Misión imposible III, taquillazo de casi 400 millones de dólares, y Valkiria. "Siempre he querido hacer solamente las películas que quería hacer, que los estudios ganaran dinero para que me dejaran hacerlo otra vez y ver al público disfrutar", afirma Cruise en Playboy, restando importancia a la enorme atención que generó y genera su vida personal.

NUEVO RETO Cruise ha vuelto a sorprender ahora con su última creación, el rockero Stacey Jaxx, uno de los protagonistas de Rock of ages. Aunque la cinta no ha supuesto nigún éxito, pocos cuestionan el trabajo del actor, que pasó meses entrenando su voz durante cinco horas diarias con un antiguo intérprete de ópera y ha acabado cantando en escena, por primera vez.

Él mismo se define como alguien empeñado en seguir trabajando y superarse. Tres décadas más tarde, se puede decir que lo ha conseguido. Y que no tiene intención de dejar de intentarlo. "Llegar a los 50 años cuando sigo haciendo esto está bien. El 3 de julio estaré en Islandia, rodando durante el día de mi cumpleaños. Mi familia lo entiende. Es quien soy".