Antònia Morro tiene 50 años y hace poco que ha descubierto quién es. Fue robada al nacer en un hospital de Mallorca con la mediación de un cura ya fallecido. Sin embargo, su dolor más profundo dice que se lo inflige la Administración. “No te dejan ver papeles ni archivos. Protegen a gente que fue cruel para dolor de las víctimas”, asegura la protagonista del primer caso de niño robado resuelto en Baleares.

A los siete años le dijeron que era adoptada. Asesorados por una monja del colegio, sus padres adoptivos consideraron que era lo mejor para que no le hicieran daño los posibles comentarios de sus compañeros. El tema quedó dormido, hasta que, pasados unos años, Antònia se planteó encontrar a sus padres.

Según su padre adoptivo, el 24 de agosto de 1963, el sacerdote Antonio Domenge les avisó de que había una prostituta a punto de dar a luz y no quería al bebé.

Cuando cumplió los 20, Antònia insistió en casa y su padre adoptivo contactó de nuevo con el sacerdote. El padre Domenge le sugirió que abandonara la búsqueda. “Me extrañaba mucho que mis padres no tuvieran ni los papeles de la adopción, ni los del bautismo. Una amiga de la Asociación de Niños Robados me sugirió en agosto del 2011 ir al Consell de Mallorca a indagar. Tuve la suerte de dar con una psicóloga, Juana María Corro, y una directora de preadopciones, que eran buenas personas. Me pidieron mis datos y, a los 15 días, tenían los primeros resultados”.

Apareció una ficha de ingreso hospitalario de una parturienta el 24 de agosto de 1963, fallecida días después. La misma mujer había tenido otro parto cinco años antes en el que dio a luz a una niña cuyos datos constaban en el archivo. Ahora trabaja en una farmacia de la que era clienta la psicóloga. Accedió a hacerse la prueba de ADN, pero no concordaba con el de Antònia. Aunque había un posible padre vivo. “Nada más verme, dijo: No hace falta ninguna prueba, es mi hija”. El ADN confirmó su paternidad. Antònia y la farmacéutica sí eran hermanas, pero solo por parte de la madre, quien había rehecho su vida con otro hombre, el padre de Antònia, cuyo jefe era del Opus Dei y reprobaba esa unión, por lo que le envió a trabajar fuera y cuando volvió le dijo que su mujer y la criatura habían fallecido en el parto. Solo era verdad en el caso de la madre. La niña estaba viva. “Lo voy asimilando, pero ¿quién me devuelve los años perdidos con mi hermana?”, afirma. H