Violencia sexual

Un año de pruebas médicas y terror: el calvario de una joven tras sufrir un pinchazo el verano pasado

Ha estado siete meses pendiente de análisis periódicos para detectar si había contraído enfermedades infecciosas

Martina Aixuan Quiles fue víctima de un pinchazo el año pasado, cuando tenía 17 años.

Martina Aixuan Quiles fue víctima de un pinchazo el año pasado, cuando tenía 17 años. / RICARD CUGAT

Elisenda Colell

Una fiesta mayor, para las chicas implicadas en las entidades de su barrio, son todo un estrés. Martina Aixuan Quiles recuerda aquel 17 de septiembre de 2022 yendo de aquí para allá. Empalmó un 'correfoc' con un concierto de fiesta mayor en Horta, donde le tocaba encargarse del Punto Lila. "Una amiga me prestó una falda porque no tenía tiempo de ir a casa", explica la chica. Nunca más ha vuelto a ponerse esa prenda. Le recuerda demasiado a aquel concierto en el que alguien le pinchó en el brazo. Luego vinieron las culpas: la ropa que llevaba, el manifiesto que leyó, el aspecto físico... No es fácil recuperarse cuando, además, tienes que pasarte meses sufriendo por si has contraído infecciones como el sida. "Ha sido un calvario, un bucle que no terminaba nunca", añade.

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Martina tenía 17 años durante aquellas fiestas mayores. Se celebraba en la plaza de la Avenida Estatut de Horta. Ella estaba colaborando en el Punt Lila, espacio gestionado por la coordinadora feminista del barrio y donde se atienden a las personas que pueden haber sufrido algún tipo de agresión machista durante la fiesta. "Una chica vino y nos dijo que la habían pinchado". Las chavalas activaron una ambulancia, que la atendió. El protocolo dictaba que debían subir al escenario y parar la fiesta, para avisar de que había habido una agresión y de que estas no son en absoluto toleradas. Quien leyó aquel manifiesto fue Martina, con su falda prestada.

Martina Aixuan Quiles el pasado miércoles en Barcelona.

Martina Aixuan Quiles el pasado miércoles en Barcelona. / RICARD CUGAT

"Luego se acabó mi turno y me sumé a la fiesta", cuenta la chica, poco acostumbrada a salir de noche. Eran las dos de la madrugada. "Recuerdo que había un grupo de chicos que nos empujaban muy a mi grupo de amigas, a mí y a alguna otra incluso nos tiraron al suelo", añade. En el momento no notó nada, pero media hora más tarde le dolía el brazoempezaba a tener sueño y se fue para casa. Fue en la cama cuando se miró en el hombro y vio el pinchazo. Una pequeña cicatriz roja de un milímetro. "Recuerdo que cogí el móvil y escribí al grupo de la asamblea feminista que me habían pinchado para que vigilaran", cuenta. Se lo dijo a su madre y optó por echarse a dormir.

Ocho horas de espera

"Al día siguiente me mareaba... Me comí la olla y decidí ir al CUAP [centro de urgencias de atención primaria] de Horta con mi madre". Las atendieron a las diez y media de la noche. El informe de los sanitarios indica que la herida era compatible con un pinchazo y la derivaron al Hospital Vall d'Hebron para que le practicaran analíticas. "La sanidad está tan mal... durmimos allí esperando las pruebas". Se las realizaron el lunes a las seis y media de la mañana, y se fue pitando al instituto. "Te dicen 'ya te daremos los resultados', y te emparanoias pensando que puedes pillar el sida, hepatitis, o que te han inoculado alguna droga", explica. "Hasta que no te dicen 'estás limpia', no descansas".

El primer resultado, afortunadamente, dio negativo. Pero ella no sabía que allí empezaba un calvario. Ha estado siete meses pendiente de análisis periódicos para detectar si había contraído enfermedades infecciosas. El último fue el 25 de abril. "He hecho ya como cuatro o cinco... y yo tengo un miedo terrible a las agujas", añade. "Pero lo peor es el bucle: cuando te haces las analíticas te olvidas, pero luego tienes que volver a recordarlo todo otra vez... Es una mierda y además con el temor de pensar: '¿Tendré el sida?'", explica la joven, que acaba de cumplir la mayoría de edad.

Pero las consecuencias van más allá de los análisis. Ha dejado la asamblea feminista. "Me provocaba ansiedad oír todo lo que pasaba". Tampoco ha vuelto a salir de fiesta, ni prevé hacerlo este verano. "No salí en la Mercè y ya no lo hago... Tampoco me apasiona, pero si no es en el barrio, en una barra de alguna entidad, no me siento segura", admite.

Sin atención posterior

Ella optó por no denunciar. "¿Para qué? Es muy difícil identificar a los agresores, no sé quiénes eran", cuenta. Su caso demuestra cuán débiles son los protocolos en estos caos, y a menudo también la atención a la víctima. A pesar de los informes médicos del CUAP y del hospital, asegura que ni la policía catalana ni los servicios de atención a las violencias machistas en Barcelona se han puesto en contacto con ella para atenderla durante este tiempo. "Para ellos, esto es solo un trámite", cuestiona.

Martina Aixuan Quiles no sabe quiénes son sus agresores, pero tiene un mensaje para ellos. "¿Hasta qué punto tienes que llegar para pinchar a una persona para divertirte? Es una violencia machista muy denigrante, perversa y rebuscada". Ella lleva muchos meses dándole vueltas al asunto. "Me culpé por la ropa que llevaba, por si al ponerme aquella falda les había provocado... Pensé que iban a por mí porqué leí el manifiesto feminista y alerté de lo que hacían, pero al final sé que nunca tendré respuestas".

Lo que sí tiene claro es que ella ya no es la misma desde entonces. "Si su objetivo era amedrentarme, lo han conseguido", lamenta. Pero también sabe que su famlia y amistades la han apoyado en todo este episodio. "Si no te toca a ti o a tus amigas piensas que no te va a pasar. Sé que tendría que estar en plan comerme el mundo, y no es así. Pero al final piensas, si no te hacen una cosa te pueden hacer otra. Tenemos que tener más fuerza que ellos porque si no no pararán", añade.

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