Violencia machista

Las barreras de las jóvenes para huir del maltrato

La negación de la violencia por parte de la mujer y obstáculos estructurales dificultan su acceso a los servicios de atención a las víctimas

Las jóvenes víctimas de violencia machista buscan menos ayuda.

Las jóvenes víctimas de violencia machista buscan menos ayuda. / FREEPIK

Ágatha de Santos

Las mujeres jóvenes que sufren violencia de género encuentran barreras psicosociales y estructurales para acceder y utilizar los servicios de ayuda. Así se desprende de un estudio coordinado desde la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y el CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) del ISCIII y publicado en la revista científica “PLOS One”.

Según esta investigación, existen tres tipos de barreras para que estas mujeres no accedan a los servicios de ayuda: las barreras relacionadas con su socialización y el proceso de salida de la situación de violencia, entre las que destaca la negación del problema y que la violencia está más normalizada en este grupo de edad, que identifica las conductas de control y los celos con el amor; los obstáculos relacionados con los profesionales que actúan en los servicios de violencia de género, entre las que se subraya la limitada formación en perspectiva de género y en la atención a adolescentes y jóvenes; y las barreras estructurales en los propios servicios, entre los que cabe destacar la falta de coordinación entre los distintos niveles asistenciales, la falta de adaptación a la juventud y una mayor falta de confidencialidad en el medio rural.

Estas barreras hacen que, a pesar de que los datos en España reflejan una mayor prevalencia de la violencia de pareja en las mujeres jóvenes (de 16 a 19 años) que en las mujeres adultas, recurran menos a estos servicios que las mujeres con más edad –sólo el 41% en comparación con el 51% y el 48% de las mujeres adultas (de 30 a 49 años) y mayores (más de 50), respectivamente–.

El estudio, elaborado a partir de 17 entrevistas realizadas a profesionales en el campo de la intervención en violencia de género de la Comunidad de Madrid que trabajan en diferentes áreas asistenciales, concluye que es necesario adaptar los servicios de atención a las necesidades de las mujeres jóvenes, la formación de los profesionales en la atención a mujeres jóvenes y consolidar protocolos de actuación para una detección y atención temprana.

Según las autoras del estudio, entre los aspectos que podrían ayudar a superar estas barreras se encuentran programas dirigidos a los escolares para reducir la aparición de conductas violentas y ayudar a las mujeres jóvenes a detectar la violencia de forma más temprana.

“Contra la desigualdad de género no basta con charlas de 50 minutos en los colegios”, Priscila Retamozo, politóloga, feminista

Según la politóloga y formadora en igualdad de género Priscila Retamozo, este estudio coincide con la situación que se encuentran quienes trabajan en las aulas: la desigualdades de género persisten en la adolescencia. “Los discursos negacionistas de la violencia de género, junto con la falta de formación específica en estos temas y la ausencia de recursos, tienen resultados tan preocupantes como éstos. Es prioritario que entendamos que los discursos que niegan la desigualdad o restan recursos en la prevención de este tipo de violencia son responsables de resultados tan alarmantes como los que evidencia este estudio”, argumenta la activista feminista, coordinadora de Comando Igualdade.

Para el profesor de Sociología de la Universidade de Santiago (USC) y coordinador del Máster en Igualdad, Género y Educación, Jorge García Marín, que las mujeres no recurran o tarden en acudir a los servicios de atención a víctimas de violencia de género responde a causas personales y del sistema. “La justificación que muchas veces hace la víctima de su agresor hace que hasta que la violencia no es superevidente no tome esa iniciativa. Es como una especie de síndrome de Estocolmo. Pero también está la propia desconfianza sobre la efectividad de las medidas de protección y el temor de que la situación se complique aún más si denuncia al agresor y éste sigue en la calle”, explica el sociólogo, que dirige el Club de Masculinidades Disidentes de la USC.

“La justificación del agresor y el temor hacen que la mujer no denuncie”, Jorge García Marín, sociólogo feminista

Por su parte, Retamozo asegura que hace tiempo que desde la literatura especializada se reclama actuaciones sistemáticas, con apoyo institucional que garanticen la continuidad en el tiempo, la correcta evaluación y el seguimiento permanente. “Para atacar la desigualdad de género, el germen de la violencia machista, no basta con charlas puntuales de 50 minutos, descontextualizadas y hasta impartidas en ocasiones por personas sin formación específica. Hay mucho que mejorar, la buena noticia es que sabemos en qué dirección hacerlo: más y mejor prevención”, expone.

Para Retamozo, una estrategia de igualdad debe contemplar formación de calidad en igualdad de género de los 0 a los 18 años, recursos específicos diseñados pensando en la juventud, personal formado no sólo en igualdad sino también en intervención con jóvenes, profesorado sensible y dotado de recursos. “Hay iniciativas como el Comando Igualdade en Vigo, y sus numerosas réplicas a lo largo y ancho del Estado, que ejemplifican cómo se pueden crear espacios seguros en los centros educativos formados por y para jóvenes”, explica la politóloga.

En similares términos se expresa Jorge García Marín, para quien la clave para erradicar la violencia de género está en la educación. “Todo es un proceso de socialización. Por lo tanto, para construir identidades que no sean tóxicas ni violentas, y más basadas en un paradigma masculino de lo que significa la afectividad y los cuidados, hay que trabajar a través de modelos diferentes, y esto sólo se consigue con la educación. La educación es el arma fundamental de la prevención”, argumenta Marín.

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