Ciencia y sociedad

¿Tienen razón los agricultores en sus demandas?

Ya tenemos pesticidas hasta en la sopa y nos quedamos sin agua porque los cultivos la absorben casi toda

Los tractores que participan en una tractorada convocada por la Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos, tiran petardos frente al Ministerio de Agricultura.

Los tractores que participan en una tractorada convocada por la Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos, tiran petardos frente al Ministerio de Agricultura. / Fernando Sánchez/Europa Press

Es indudable que los agricultores deben ganar el dinero necesario para que puedan llevar una vida digna. Exaspera que el sector de la distribución se lleve la mayor parte del pastel con mucho menos trabajo y riesgo. En este sentido sus protestas son razonables. Pero si pretenden que no haya regulaciones medioambientales, plantar lo que consideren más rentable y que les resuelvan el problema del agua, entonces pierden toda la razón.

A principios del siglo XX millones de agricultores cayeron en masa sobre sobre más de 700.000 km2 de terrenos situados al sur del medio oeste norteamericano en los Estados de Colorado, Kansas, Nuevo México, Oklahoma y Texas. Era el “mar de hierba”, las grandes praderas donde habían pastado los bisontes durante milenios. Ahora pastaba el ganado vacuno. Pero el gobierno vendió (y cedió) estas tierras a los agricultores “para traer el progreso”.

En pocos años el mar de hierba desapareció. Se roturó para plantar trigo. Pronto se empezaron a recoger cosechas prodigiosas. Las granjas agrícolas prosperaron. Los granjeros tenían buena vida. Pero querían ser más ricos. Roturaron cada vez más suelo y más profundamente y plantaron más trigo.

Verano negro

Hubo voces expertas que advirtieron de que el trigo resiste peor la sequía y produce más evapotranspiración que las gramíneas originales de la región. Seguir plantando trigo no era sostenible porque el suelo a la larga se resecaría. Había que introducir regulaciones ambientales.

Los agricultores protestaron. ¿Por qué hacer caso de técnicos agoreros cuando podían incrementar enormemente el beneficio roturando más tierras? Para que el progreso cabalgara a lomos de la creciente agricultura era necesario que ninguna ley de protección ambiental limitase las ganancias.

Para 1930 había indicios muy serios de que el ecosistema ya no podía más. Nadie quiso verlo. Pero en 1932 empezó la catástrofe. Falló la cosecha y el viento levantó por los aires el suelo desprovisto de humedad, originando nubes de polvo an espesas que escondían el sol. Lo llamaron el viento negro. Entre 1932 y 1939 fracasaron todas las cosechas de la zona, lo que contribuyó a que la Gran Depresión se prolongase tantos años. Generó la mayor hambruna de la historia de Norteamérica. Costó 5 millones de muertos y una migración masiva.

Tormenta de polvo en Texas,  abril de 1935.

Tormenta de polvo en Texas, abril de 1935. / George Everett Marsh Jr.

La misma cantinela

Hoy en día nuestros agricultores protestan: tampoco quieren regulaciones ambientales. ¡Qué sabrán los expertos!… ¿Les suena la cantinela? Sostienen que necesitan seguir utilizando herbicidas y pesticidas para ganar dinero. Tóxicos peligrosos que son arrastrados por las lluvias y terminan en los embalses de abastecimiento de agua potable a las ciudades.

Un ejemplo: durante el pasado verano, el embalse de la Almendra -el tercer embalse más grande de España- estaba tan contaminado de pesticidas agrícolas que tuvo que prohibirse el consumo de agua a los 21 municipios de Zamora y los 22 de Salamanca que se abastecen de dicha masa de agua. Por los grifos de sus casas salía agua con un nivel de plaguicidas 5 veces superior al máximo permitido. Y el máximo permitido por la ley ya es escandalosamente alto.

También con el agua

Pero nuestros agricultores también necesitan mucha más agua de la que disponen. España -un país mediterráneo con propensión a la sequía- es el segundo país de Europa con mayor huella hídrica (un indicador que mide el volumen de agua dulce utilizado). Es uno de los país más secos de Europa, donde el cambio climático ya ha desertizado amplias zonas, es el segundo país que más agua consume por habitante. ¿Quién la consume? ¿Los turistas? ¿La industria? ¿Dilapidamos el agua en nuestros hogares?

En realidad, es el sector agrícola quien acapara el 82% del consumo de agua dulce en España. Producir alimentos puede consumir mucha agua (para producir un kilo de ternera o de frutos rojos se necesitan 15.000 litros de agua) o muy poca (producir un kilo de lentejas solo requiere 50 litros y producir un kilo de patatas consume poco más de 250 litros de agua).

En países com Francia o Países Bajos, con mucha más agua que nosotros, se han impuestos restricciones al cultivo de frutos rojos por su gran consumo de agua. Pero nosotros los cultivamos en Andalucía.

El negocio agrícola

Mientras tanto, España es uno de los países del mundo que más rápidamente se desertifica. Sus acuíferos se agotan y se salinizan. Y el cambio climático está aumentando el problema. 

Menos del 2% de los españoles que trabajan en el sector primario consumen en su actividad económica más del 80% del agua del país. Pero cuando hay restricciones al consumo nos toca cargar a todos con ellas, aunque, en lo que va de siglo, el consumo doméstico se redujo en casi 25 litros diarios por habitante.

Ahorra toda el agua que puedas en tu casa para que los agricultores planten el cultivo que más les rente. Algo no encaja en esta reivindicación.

A fin de cuentas, la agricultura se entiende como un negocio. En todo el mundo producimos muchos más alimentos de los que necesitamos. Antes de que se pongan a la venta ya se deshecha cerca del 14% de todo lo producido. El 17% de toda la producción mundial de alimentos se tira después de comprarse en el mercado, pero antes de comerse.

Los españoles tiramos bastante más comida que la media mundial: una familia de 4 miembros tira de media algo más de 125 kilos de comida al año. Y lo que más tiramos es carne de vacuno. La compramos, la guardamos en la nevera, esperamos a que se pase de fecha y la tiramos a la basura. Mientras tanto casi 800 millones de personas pasan hambre en todo el mundo.

Menos esperanza de vida

Hace tiempo que hemos abandonado la dieta mediterránea, uno de los factores que más influyó para que fuésemos los segundos del mundo con mayor esperanza de vida, solo superados por los japoneses.

Ya no lo somos y las proyecciones futuras indican que pronto ni siquiera estaremos entre los 10 países con mayor esperanza de vida al nacer. Eso sí comeremos mucha más carne y crucificaremos al que ose meterse con el sector. Nuestra carne es magnífica.

Es indudable que los agricultores deben ganar el dinero necesario para que puedan llevar una vida digna. Exaspera que el sector de la distribución se lleve la mayor parte del pastel con mucho menos trabajo y riesgo. En este sentido sus protestas son razonables.

Pero si pretenden que no haya regulaciones medioambientales, plantar lo que consideren más rentable y que les resuelvan el problema del agua, entonces pierden toda la razón.