En los primeros días de esta primavera del 2013, ha fallecido en Castellón, a los 85 años de edad, Concepción Mateu Centelles, es decir, Conchita Mateu.

En los primeros actos en los que tuve que intervenir en 1992 en acciones culturales municipales, por mi condición de asesor y gestor cultural, tuve que coincidir forzosamente --y entablar con ella una cordial relación-- con quien ostentaba entonces la responsabilidad de la muy popular Escolanía de Lledó. Con don Juan Ramón Herrero y con otros destacados responsables de corales y grupos musicales, mi contacto era debido a circunstancias puntuales, fechas en las que coincidían el interés de los intérpretes culturales y el del propio Ayuntamiento. Pero con Conchita hubo una relación de afectos y complicidades desde el primer momento, enamorado yo de su trabajo, de su dedicación, de su preparación artístico-musical, de su alto grado de responsabilidad que se ponía de manifiesto en cada una de sus actitudes y actuaciones. Y muy cercana ella al área de cultura municipal, agradeciendo lo que desde su Concejalía se estaba haciendo. Y a partir de entonces, mi interés personal por tan especial y singular personaje fue creciendo. Hasta ahora.

DE CABANES // Resulta que Conchita era oriunda de Cabanes, nacida en la misma calle de San Vicente, rodeada de las viejas piedras doradas al sol de la histórica villa, con tantos aromas primitivos, muchos románicos. Y no solamente el legendario Arco.

Y hete aquí que en el libro de las Crónicas de Cabanes, de María Roca Guía, que la Diputación Provincial ha convertido en libro recientemente, la autora me informa que tanto Conchita como sus hermanos fueron alumnos del colegio que las Monjas Trinitarias tenían en su convento de la población. Convento y colegio que la familia hubo de abandonar al comienzo de la guerra civil, repartiéndose con otros familiares por distintos pueblos del interior de la provincia de Valencia, donde había menos crispación y violencia que en su propia villa. Su proximidad con el elemento eclesiástico, hacía peligrosa su estancia allí.

Terminada la guerra, los Mateu fueron regresando a Cabanes y Conchita fue acogida por el sacerdote --posteriormente canónigo arcediano-- don Juan Bautista Andreu y por su hermana Adoración, que la consideraba como una hija. Fueron quienes propiciaron que la niña siguiera con naturalidad los estudios de primera enseñanza al tiempo que la vida de la villa se iba normalizando, se iban acabando las inevitables rencillas entre unos y otros y la vida parecía que volvía a sonreír a todos en Cabanes.

LA VIDA // Los padres se llamaban Francisco Mateu Muñoz, eficaz y pulcro carpintero, y Julia Centelles Bellés, que tenía mucha gracia para coser cualquier cosa. Tuvieron cuatro hijos y Conchita había nacido y fue bautizada como Concepción, el mismo 1 de noviembre de 1927. Los otros tres fueron Paco, que con el tiempo acabaría casándose con Felicidad Montroi; Pilar, que también se casaría con Ricardo Martín; y Victoria, que es la única que vive todavía, y que contrajo matrimonio, a su tiempo, con Julio Amer.

A sus 13 años, Conchita se vio obligada por el nombramiento de mossén Juan Bautista como cura párroco de Borriol, a trasladarse también allí y el destino quiso que fuera alumna del insigne Pepito García Gómez, un tiempo antes de que el maestro compositor emergiera como autor del ya imprescindible Rotllo i Canya magdalenero. Aprendió tanto, que Conchita no tardó en estar en condiciones de asistir al Conservatorio de Música de Valencia, donde ingresó y pudo cursar sus ocho años de piano. Ya profesora, terminó la carrera en 1952.

Ya es sabido que un eclesiástico y un militar están siempre a expensas de los cambios de destino. El sacerdote fue nombrado en 1959 cura párroco de Benicàssim. Y hubo traslado para todos los de la casa.

EN MADRID. Profesora // Ya tenía Conchita 21 años, siempre soltera y sin compromiso, cuando se decidió que se trasladara a Madrid para realizar los cursos que le permitieron poder homologar su condición de profesora de Enseñanzas Medias. Con ese título y sus conocimientos, ingresó aquí en el Instituto Ribalta, donde pudo vivir el traslado al Instituto Femenino, que se convertiría después en el Instituto Penyagolosa, en aquellos años de la separación de los centros entre los de chicos y los de chicas. Era pintoresco.

De todas maneras, saltando de un centro de enseñanza a otro, siempre se ha entregado al servicio de don Juan Bautista Andreu y de su hermana Adoración. Y allá donde su tío el capellà iba destinado, allá que se iba Conchita a colaborar también en temas parroquiales pero especialmente musicales, estimulando la creación de grupos y de corales.

En cuanto a su forma de ser, me comentaba Amparo Adarves, también la estudiosa Amparo Ayora, que Conchita Mateu ha pertenecido a una época en la que era normal dar un paso al frente para participar en cualquier causa noble, algún motivo que hiciera el bien a los demás.

LA ESCOLANÍA // Como profesora de música de unos u otros centros donde tuvo que intervenir, mientras enseñaba el sonido de cada nota musical, también a vocalizar y hacer el uso debido de la garganta de cada cual, logró poner en marcha grupos corales y en todos aportó sus creaciones musicales como compositora. Sus villancicos y sus muestras de amor a los demás, eran ya algo que todos sus alumnos sabían apreciar. Entre las partituras que ponía en el atril, era habitual encontrar algo de Ricardo Cantalapiedra, como lo era que en algunos de los conciertos que organizaba, interviniera al piano el maestro Rafael Roca, director de la Schola Catorum. Estando en el Instituto Femenino propició varias excursiones por distintos puntos de España, Granada especialmente, para participar en festivales estudiantiles. Lo mismo ocurría cuando dirigió la coral de la parroquia de San Cristóbal o en el Colegio Menor Femenino. Está también en su curriculum, el paso como profesora por otros centros provinciales, especialmente por el Instituto Francisco Tárrega, de Vila-real. Pero ha de quedar en la página la fecha de 1962, cuando pasó a ser la organista de Lledó, donde ocupó su cargo durante 45 años. Y en 1969 fundó la Escolanía de Lledó, su gran obra que perdura. H