Qué mejor forma de aprovisionar energía y fuerzas para afrontar varios días de fiesta que llenándose el estómago con un suculento y colmado plato de paella. Una fórmula que en Benicarló tienen bien aprendida y goza de numerosos adeptos. Tanto es así, que las paellas de hermandad organizadas por la Junta Local Fallera se han convertido en toda una auténtica tradición.

Un año más, el anexo cubierto del pabellón polideportivo se transformó ayer por unas horas en un eventual comedor que alojó a cientos de comensales dispuestos a dar buena cuenta del plato típico de la gastronomía valenciana. Entre los ingredientes, obviamente, no faltó la reina de la huerta benicarlanda: La alcachofa. Ello sumado al buen hacer de los cocineros, el ambiente de alegría y camaradería reinante, los ritmos bailables que sonaban por megafonía y el exquisito aroma que emanaba de las paellas, conformaron la receta perfecta para que los asistentes disfrutasen de una agradable jornada.

Ni siquiera la lluvia, que hizo acto de presencia a los pocos minutos de servirse los primeros platos consiguió aguar las ganas de fiesta de los allí reunidos.

De hecho, las 13 agrupaciones falleras del municipio ya habían iniciado la celebración varias horas antes. Concretamente, a las ocho de la mañana los más madrugadores o los más trasnochadores, según se mire, se dieron cita en la sede de la Junta Local Fallera para vivir la despertà que, con un animado pasacalle acompañado de música de charanga y del eco de los cohetes, les llevó hasta la casa consistorial.

Y al mediodía, la fiesta continuó en los aledaños de la ermita de San Gregorio, donde una legión de cocineros y sus pinches elaboraron las paellas. H