Mañana sábado, 12 hombres de Portell, el sacerdote y los ayudantes saldrán desde la localidad a las cinco de la mañana para dirigirse a Sant Pere de Castellfort. Los peregrinos cumplirán un año más con la tradición que se remonta al año 1514 según los documentos del obispado de Tortosa.

Esta peregrinación es una de las mejor conservadas en el interior de Castellón y, como particularidad, destaca que no tiene público ni visitantes, por lo que mantiene el encanto del misterio que todavía la rodea. Los peregrinos salen de la iglesia de Portell de uno en uno empezando por el más mayor, a cada toque de campana, y les separa una distancia de cincuenta pasos entre ellos. Emprenden un camino que en 1738 sufrió modificaciones, tras una disputa con los vecinos de Castellfort. Desde aquel entonces el Camí dels Pelegrins no ha variado.

El último de ellos lleva una campana que sirve de aviso para el resto. Antiguamente los peregrinos solo podían ser hombres casados, aunque con el despoblamiento se admite a todos los vinculados a Portell. Y es fija la presencia de un miembro del Ayuntamiento entre los penitentes. El uniforme es sencillo: camisa blanca, capa, rosario y un sombrero. H