Hermanos: Hasta esta semana pasada yo creía que vivía en el País de Nunca Jamás. Un mundo mágico donde los niños no alcanzan la edad adulta, y si uno viaja allí le es difícil volver a su antigua vida y recordar su pasado. Un país en el que los jueces son juzgados (antes que los presuntos malhechores) y expulsados de la carrera judicial, Y en los que las sentencias tardan años y años en salir haciendo que las cosas pasen a ser «cosas del pasado» y los amigos del alma pasen a ser «ese señor de quien usted me habla».

Pues no, porque, aunque es pronto para decirlo, existen unos cuantos valientes que se han atrevido a romper las reglas. En Castellón un juez de Instrucción de Nules marcó el camino a seguir. En Madrid y Valencia son otros los que no han sucumbido a las presiones profesionales y personales, y demás triquiñuelas del sistema.

El País de Nunca Jamás se transforma, de repente, en el País de a Veces parece que va y sí. Y es que las cosas parece que están cambiando. Hace unos meses un amigo mío, promotor de éxito en los tiempos de la burbuja, decía ante la televisión lo que me contaba de forma reservada respecto a cómo funcionaba el sistema de comisiones dentro del partido gobernante en la Comunitat por aquellas fechas. La verdad es que desde mi País de Nunca Jamás no entendía porque lo estaba haciendo. Qué buscaba con esta declaración que (creo) que nadie le había pedido.

Pues bien, la suerte es que aún hay héroes que son libres para hacer y decir lo que su conciencia le dicta. Eso si después de haberlo meditado mucho. Hasta la prescripción. Amén.

*Abogado. Urbanista